jueves, 7 de marzo de 2013

Entrenados Para Matar Capitulo 6

Ropa de Anastasia
Ropa de Narel
Ropa de Baako
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Akane caminaba por los pasillos de hierro con su libro abrazado contra su pecho. Miraba con curiosidad y a paso tranquilo las paredes, como si estuviera en su museo. Era la parte de la base en la que estaban los dormitorios de los chicos. El muro que separaba la habitación de Adri de la de Osman. La superficie estaba llena de garabatos estúpidos y de conversaciones en forma de cómic. La chica no pudo evitar sonreír un poco cuando vio la caricatura de Alex en los dibujos. Mientras que las caricaturas de los otros chicos eran normales (incluso parecidas a ellos mismos, teniendo en cuenta que los dos dibujaban muy mal), la del español ocupaba una gran parte de la pared y siempre le ponían enfadado. Akane se rió en voz alta.

La verdad era que hacía tiempo que no pasaba por allí, pensaba mientras reanudaba su paseo, dejando atrás las paredes pintarrajeadas. No tardó en llegar al salón y cuando pasó el marco de la puerta se dio cuenta de una cosa. Andy estaba en el sofá completamente dormido, con un libro sujeto contra su pecho a punto de caérsele al suelo. Akane se dio prisa en llegar hasta él sin hacer ruido para impedir la catástrofe. Suavemente intentó quitarle el libro con sumo cuidado. En ese momento, el chico abrió un ojillo y de la sorpresa, se levantó rápidamente, con la mala suerte de darle un cabezazo monumental a la pobre Akane. Ella se llevó las manos a la nariz con gesto de dolor, y se apartó.

-          Oh, dios, lo siento muchísimo – Andy se levantó también con los nervios a flor de piel.

Vaya despertar había tenido. Abre los ojos y ve algo negro medio encima de él. Se levanta como le mandan sus reflejos y se lleva por delante a la chica de la que está enamorado. Akane mantenía una mano en su nariz golpeada y con la otra se abanicaba la cara para no llorar. Andy se maldecía por su torpeza y se moría de la humillación.

-          No es nada – decía ella -. Estoy bien, en serio.
-          Déjame ver – Andy se aproximó a ella y con cuidado, le cogió la mano para ver los estragos que guardaba debajo

Akane estaba tan cerca de él que podía sentir su respiración. Los ojos castaños de Andy examinaban su rostro con parsimonia. Usó su mano derecha para limpiar una gotita de sangre que caía por su naríz con cuidado. El corazón de Akane latía fuerte. Entonces escucharon un ruido en la puerta. Al ver a Wendy, se separaron como si se hubieran puesto de acuerdo. Andy le soltó la mano y Akane se restregó la nariz para eliminar hasta el último rastro de herida.

-          Emm, ¿Interrumpo algo? – dijo la pelirroja.
-          No – dijeron los dos a la vez, con los colores subidos.
-          Vaaaaale – dijo Wendy alargando la “a”, sin creérselo demasiado. Tampoco le importaban sus compañeros. Ella solo quería leer en paz.

                                                                *          *          *
Tani miró como Alex colocaba el pulgar en el lector para apagar el motor de la moto y activar el seguro. Estaba tan emocionada, el viaje en moto había sido impresionante, había sido como si por primera vez respirase de verdad después de estar toda su vida haciéndolo con un tubo de bucear. También notaba al español agitado. Con el salto, la chica se bajó de la moto y al fondo de la calle vio una casa con jardín y un montón de gente, sumando los ruidos de cristales rotos y la gente subida al tejado, era una típica fiesta de adolescente estilo American Pie. Tani fue corriendo a reunirse con Baako y Narel, que también habían aparcado ya.

-          ¿Es allí? – preguntó Adri, que llegaba con Osman y Darío en ese momento.
-          Exacto – respondió Alex.
-          ¿Y a qué esperamos? – preguntó Narel
-          Espera – la paró la voz de Darío, y todos se giraron sorprendidos -. Recuerda que esto es una misión y no un cumpleaños.
-          Ya lo sé pesado – dijo al rubia siguiendo su camino con las otras chicas de la mano.

Habían quedado en que primero entrarían las chicas y los demás llegarían después, sin mostrar ninguna relación con ellas, solo atentos al micrófono por si surgía algo. Cuando pasaron el umbral de la puerta, un tio vomitando en un jarrón casi las atropella. Se quedarón en el salón sin saber muy bien qué hacer. Entonces Narel les dio un codazo a las demás para que miraran en su dirección. Cuando Tani se giró vio a dos chicos mirándolas fijamente y hablando por lo bajini. Baako fingió que se retocaba el maquillaje para mirar las fotos de los sujetos que llevaba en el espejito. Baako asintió con la cabeza como diciendo <<Son ellos>>.

Al momento las tres se separaron y, como esperaban fueron los chicos los que las buscaron a ellas. Exacto, Thomas Brown, un chico flacucho y con la palabra <<hacker>> pintada en la frente. Para no mirarlo directamente, fijó la vista en el otro chico, que, según el plan tenía que ir detrás de Narel. Pero tomó una dirección completamente distinta. Se fue a por Baako. Tani se relajó, pensando que su amiga también sabría seguir el plan. Para entones, Thomas ya estaba delante de ella. Tani le dirigió una mirada intensa.

-          Hola, ¿cómo te llamas?
-          Miranda – dijo ella mordiéndose el labio coquetamente en su papel de mujer fatal. Decidió acabar con ello en seguida -. Oye, aquí hace mucho ruido, ¿subimos a tu cuarto? – terminó con una sonrisa coqueta.

Thomas estaba gratamente sorprendido, así que le sonrió también, y la cogió de la mano para subir por las escaleras que daban al pido de arriba y hacia los dormitorios. Al chico se le caía la baba por Tani y se relamió bajo la furibunda mirada de Adri.

sábado, 2 de marzo de 2013

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 7


Casa nº 13 – Calle Bill White (por la noche)
Beck descansaba después de una cansada jornada de no hacer nada. Todavía seguía dándole vueltas a la cabeza lo que había pasado con el capullo de Mad Mike esa misma mañana. No había vuelto al estadio desde entonces por miedo a encontrárselo, a pesar de que le tocaba limpiar las taquillas en la tabla de tareas. Pero bueno, lo mismo daba, ella era la dueña del antro así que nadie iba a recriminarla por no participar en la absurda tarea. De todas formas mañana por la mañana lo limpiaría. Tenía que volver algún día, que Mike que pensara lo que quisiera.

Cogió el mando de la tele y agarró el cubo de pollo frito que había encargado para cenar. Estaba viendo un programa musical que ponían de vez en cuando, pero esa noche no conocía a los músicos invitados así que no le interesaba. Pensó que podía ir a ducharse cuando cayó en la cuenta de que ya se había duchado, la verdad es que se aburría bastante. Ya había decidido que no iba a salir, puesto que se había puesto su camiseta de tirantas de Hulk y sus braguitas rosas con puntitos negros. Solo de pensar en tener que enfundarse en unos vaqueros le daba pereza. Se enroscó en el sofá y entonces sonó el timbre.  ¿Quién llamaría a esas horas…?

Casa nº 13 – Portal (por la noche).
Mike se revolvía incómodo en frente de la puerta de Beck. Sabía que era su casa por una vez que tuvo que ir allí para inscribirse en el estadio. No le había dado muchas vueltas antes de plantarse allí con el casco de Beck y quedarse mirando la puerta durante más de cinco minutos por miedo a llamar al timbre. En realidad, ¿por qué estaba allí? Desde esa mañana cuando la chica lo había besado no se lo había quitado de la cabeza. Había tenido que abandonar el entrenamiento y eso que no quedaba más que una semana para el concurso. No había sido amor a primera vista… ¿entonces, amor a primer beso? Frunció el ceño. Él siempre se había reído de la gente que pensaba esas tonterías, joder… Sin pensarlo, pulsó el botón del timbre. ¡Mierda, todavía le daba tiempo a esconderse entre los matorrales! ¿Qué estaba pensando?

Se escucharon unos pasos y unas voces frustradas. El picaporte crujió y la puerta se abrió. Beck estaba descalza, tenía unas piernas infinitas que acababan en unas braguitas fucsia con bordados negros, luego seguida de una camiseta grande de Hulk. La piel del súper héroe era del mismo color que el pelo de Beck, en ese momento despeinado. El flequillo casi le tapaba los ojos y su rostro estaba marcado por una cara de confusión total.

-          ¿Mike? – preguntó como si estuviera viendo un fantasma.
-          Sí, esto… – empezó el chico rascándose la cabeza, el corazón le latía fuerte en el pecho -. Es que esta mañana te has dejado el casco y… bueno te lo he traído.

Sin decir más, le extendió el casco a la chica. Durante unos segundos, Beck alternó la mirada entre el objeto y él, con cara de ver a un abuelo haciendo skate con una gorra hacia atrás. Cuanto más pasaba el tiempo, más estúpido se sentía Mike, sosteniendo el casco delante de ella como un perchero. <<O lo coges de una vez o lo lanzo a la piscina de tus vecinos>> se dijo él. Como si le hubiera escuchado, Beck alargó la mano y lo cogió.

-          Gracias… supongo – dijo confusa.
-          Bueno, entonces me voy, hasta mañana – dijo Mike con la intención de alejarse de allí lo más rápido posible.
-          ¡Espera! – lo llamó ella saliendo un poco del umbral, Mike se giró y la encaró – esto… ¿estas bien? Quiero decir… ¿te pasa algo?

Mike quería que lo tragase la tierra, ¿Qué si le pasaba algo? ¿Enserio? Seguramente abría dado la sensación de acabar de escaparse de un psiquiátrico. Ahora que lo pensaba mejor, ¿cómo pensaba explicar ese cambio de actitud? Conclusión: era retrasado y nunca conseguiría ligar con Beck.

-          Estoy bien, tranquila – dijo exagerando la sonrisa.
-          Bueno, pues hasta mañana – Beck se hizo un gesto con la mano y despareció detrás del portalón.

Casa nº 13 – Calle Bill White (por la noche)
Beck cerró la puerta y se apoyó contra ella hasta acabar sentada en el suelo, hecha un lío. ¿Qué acababa de pasar? O mejor ¿qué le había pasado a Mike? Era como Oh My God, que cambio tan radical. Después de eso no sabía si le gustaba o le repelía aún más. Se paró un momento a pensar porque eso estaba siendo demasiado raro. ¿Por qué era tan todo tan distinto desde esa mañana? Ya tenía otro motivo para no ir al día siguiente al estadio. Joder, tenía que hablarlo con alguien.

Apartamento 2ºB – Quinta Avenida de Brooklyn (por la noche).
-          ¿Qué? – dijo July al auricular del teléfono -. No puede ser, ¿eso ha hecho?
-          ¿Quién es? – preguntó Katia que estaba en la cama de su hermana pintándose las uñas de los pies de color rosa fucsia a juego con su pelo.

Esa noche Suzu y July trabajaban en un pub no muy lejos de allí y habían quedado en ir todos. Era viernes y esos días les tocaba ir al Dumort. Como era un local grande, cobraban bien y les llegaba para pagar su parte del alquiler. El Dumort era un bar un poco raro. Robbie y Deuce también habían querido trabajar allí, pero solo contrataban gente con el pelo teñido, así que los otros dos se ganaban sus pelas en un hipermercado de su misma calle tres días a la semana en los que tenían que hacer horas extra. Aparte, si no les llegaba a final de mes, Beck les daba algún curro pasajero en el estadio, limpiando y cosas así.

-          Es Mike – le dijo July con una sonrisa a su intrigada hermana.

Katia se levantó con cuidado de no estropearse las uñas pero con rapidez y se puso al lado de July con la oreja pegada al móvil para escuchar la conversación. Las dos se habían vestido con ropa de la mayor, ya que usaban la misma talla. Faltaban tres cuartos de hora para que salieran y se estaban arreglando. Ellas ya casi habían terminado pero los chicos eran otra historia, ellos tardaban doble, contra todo prototipo. July se rió y colgó el teléfono.

-          ¿Qué ha pasado? ¡No me he enterado de nada! – se quejó Katia.
-          ¡Mike ha ido a su casa!
-          ¡Qué fuerte!
-          ¡Ya lo sé!
-          ¿Y que ha pasado?
-          Pues nada- siguió July mientras volvía al baño a seguir pintándose los ojos -. Ha ido con la escusa más tonta del mundo, a llevarle su casco.
-          Tampoco es tan tonta.
-          No lo entiendes – dijo July -, Beck siempre se deja el casco en el estadio y todo el mundo lo sabe. Está confusa, la pobre. Imagínate, Mike que está en el Estadio de la Bruja desde mucho antes que yo, y que siempre le ha estado tocando las narices, de repente se enamora de ella.
-          ¿Ella ha dicho eso? – preguntó Katia intrigada.
-          ¡No, claro que no! Beck se niega a creerlo.

July terminó con el maquillaje y guardó el móvil y el dinero en una pequeña bandolera negra, al mismo tiempo que Katia hacía lo propio con su mochila de Hora De Aventuras. Ya preparadas, salieron al salón donde, sorprendentemente, estaban los chicos ya vestidos. July cruzó una mirada con Robbie y le sonrió un segundo antes de apartar los ojos para dirigirlos a Suzu. Robbie hacía que se sintiera insegura hasta llevando aquellos tacones de plataforma que le hacían quince centímetros más alta.

-          ¿Nos vamos ya? – preguntó July.
-          Andando – le respondió Deuce.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 6


Apartamento 2ºB – Quinta Avenida de Brooklyn (por la tarde)
-          Bueno, cambiando de tema – Katia se aclaró la garganta -, vuestra primera vez.

July se atragantó con la Coca Cola y se puso a toser mientras Suzu le golpeaba en la espalda ante la divertida mirada de su hermana. En ese momento se encontraban en el apartamento. Habían ido a comer a un bar cerca del estadio en el que ponían las mejores hamburguesas de toda Nueva York. Después, Beck seguía bastante enfadada por lo que había pasado con Mike así que los cinco habían vuelto al apartamento y estaban tirados en el sofá haciendo un campeonato de Call of Duty. Habían estado hablando con Katia sobre su vida al otro lado del país, hasta que ella había elegido otro tema, harta de hablar sobre sí misma. Y ese era el maldito tema que había elegido, seguro que lo había hecho a propósito. Pero por ahora July no podía hacer nada salvo disimular y procurar que la atención no se centrase en ella en toda la conversación.

-          Suzu tiene una buena historia sobre eso – dijo Robbie con una sonrisa sin apartar la vista de la pantalla. En ese momento solo estaban jugando Deuce y él.
-          ¡Qué cabrón! – dijo éste mientras el rubio soltaba una carcajada.
-          ¿Qué te pasó? – preguntó Katia divertida.
-          Bueno, la contaré - adoptó una pose cómoda ignorando los gritos de triunfo de Robbie y Deuce, los cuales conocían esa historia a la perfección -. Sabéis, que en todas las clases de instituto del mundo hay una Molly Fishel.
-          ¿Una Molly Fishel? – preguntó July.
-          Sí, esa típica niña repelente con dientes de conejo, gafas de aumento y trencitas – dijo Suzu imitando la imagen que acababa de describir -. Bueno pues, cuando estábamos en cuarto de secundaria Robbie y yo, entró una nueva Molly Fishel en clase. Y ocurrió lo peor.
-          La tía se encoñó de Suzu – dijo Robbie riéndose.
-          ¿En serio? – preguntó Katia.
-          ¿Te cuesta creer que pueda gustarle a alguien? – le dijo Suzu desafiándola con la mirada.
-          No, no es eso… - dijo Katia con ironía, mientras esquivaba una patada del chico.
-          El caso es que un día – siguió el del pelo lila, mientras se encendía un cigarro -. Molly aprovechó que tenía que ir yo solo al laboratorio para seguirme y cerrar la puerta con llave. Reconozco que yo tenía miedo.
-          No me puedo creer que te violara Molly Fishel – Dijo July uniéndose a las carcajadas de Robbie.
-          ¡No fue bonito, ¿vale?! – dijo el chico con fingida tristeza.
-          ¿Y tú Robbie? – preguntó Katia.
-          Robbie se tiró a una groupie que vino a nuestro primer concierto, nada especial – dijo Deuce -. ¿Cómo se llamaba, tío?
-          Creo que era algo así como… Vanessa, ¿no? – dijo el rubio haciendo memoria.
-          Para mí que era Jessica – dijo Suzu.
-          Bah, qué más dará – dijo Robbie quitándole importancia -. Fue un polvo rápido y nada agradable en la parte de detrás del escenario, un calentón.
-          Yo, lo normal – dijo Deuce -. Con una chica de un campamento, en mi casa una noche que mis padres no estaban. Aunque recuerdo que tampoco estuvo nada bien, éramos muy malos los dos así que fue un fracaso.
-          Joder – dijo July sin pensar - ¿soy la única que no tuvo una primera vez horrible?
-          Ahora que lo pienso, no sé como te estrenaste tú – dijo Suzu mirándola.
-          Eso es, nunca nos la has contado – dijo Robbie.

July cada vez era más consciente del error que había cometido. Mierda, mierda y mierda, joder, ahora seguro que lo terminaría diciendo. Pero no quería, la situación ya era bastante tensa con Robbie como para ahora añadir eso al cesto de la incomodidad. July miró a Katia como pidiendo ayuda, pero esta le negó con la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja.

-          Venga, dispara, July – le dijo Deuce, que en ese momento le pasaba el mando a Suzu. Robbie había ganado, así que seguía jugando, July se mordió el labio.
-          Bueno – decidió dar una pista algo obvia -. Vosotros ya me conocíais cuando pasó.

En los primeros segundos reinó el silencio. Entonces Robbie se dio cuenta de lo que eso significaba. La conocieron con diecisiete. Él sabía que en los diez meses que habían pasado desde que se conocieron hasta que se mudaron a Nueva York no había practicado el sexo con nadie. Eso quiere decir que lo hizo en el piso. Pero la primera noche en que llegaron al piso fue la fiesta de inauguración. La fiesta en la que se acostaron. Robbie dejó caer el mando de la consola y se volvió para mirar a la chica. Ella también le estaba mirando a él, seguramente esperando a que se diera cuenta de lo que acababa de decir. En cuanto cruzó su mirada con la July, a ésta se le subieron los colores y le sonrió de forma tonta como esperando su reacción con una mezcla de miedo y nervios.

-          ¿Qué? – dijo él sin poder creérselo todavía. July no respondió, solo asintió con la cabeza mientras se mordía las uñas de la mano derecha.
-          ¿Qué pasa? – dijeron los otros dos, que no habían caído todavía.

Entonces Suzu se quedó mirando a sus amigos. July estaba roja y Robbie se había quedado pasmado. En ese momento él también se dio cuenta, casi al mismo tiempo que Deuce.

-          ¡HALA! – dijo el menor.
-          Oh, venga – July dejó de mirar a Robbie y decidió actuar como si no fuera para tanto, aunque por dentro se estuviera muriendo. - ¿no lo sabíais?
-          ¿Cómo íbamos a saberlo? – preguntó Suzu.
-          Anda que estáis espabilados, vosotros – dijo July y se levantó del sofá – voy a coger algo de beber, ¿queréis algo?

Los chicos respondieron todos que no, excepto Robbie que se quedó callado. Todavía seguía flipando. Eso cambiaba algunas cosas. En realidad no cambiaba nada, pero a él le parecía que era así. Se puso a recordar aquella noche, y como siempre que lo hacía, sentía ese calorcillo en el pecho que le recordaba una y otra vez lo que sentía por July.

Apartamento 2º8 – Hacía cerca de dos años (de madrugada)
Robbie se dio una vuelta por la casa. La fiesta ya casi se había terminado, solo quedaban unos pocos, que estaban tan bebidos que no podían volver a casa por su propio pie. Él había bebido mucho, pero aguantaba bien el alcohol, se lo había pasado en grande. Se dirigió a su habitación para ir a dormir y cuando iba a abrir la puerta, ésta se abrió dejando ver a una chica de pelo azul eléctrico que salía del cuarto. Robbie le miró como extrañado, pero al mismo tiempo divertido.

-          Yo… tenía que usar el baño – dijo July nerviosa.
-          No pasa nada, ¿te lo has pasado bien, pitufa? – le preguntó el chico, apoyando una mano en el hombro de ella.
-          Sí – July sonrió, ha estado bien.

Robbie se quedó mirando fijamente los ojos de la chica, siempre le había parecido que era la chica de diecisiete años más guapa que había conocido. Pero hasta ese momento no había sentido una atracción tan grande por ella. ¿Sería el alcohol? A lo mejor, pero no le importaba. Por su parte July sentía el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Robbie estaba guapísimo, como siempre. Sentía la cabeza dándole vueltas, y sin pensarlo, se puso de puntillas y colocó sus labios encima de los del chico. Tenía miedo de su reacción, pero pasó todo lo contrario a lo que ella esperaba.

Robbie la rodeó con ambos brazos, estrechando el contacto, y profundizó más en el beso. Sus labios tenían un tacto tan electrizante… Estaba en el paraíso. July metió las manos por debajo de la camiseta del chico y empezó a acariciarle la espalda, dejándose llevar. Robbie se separó un momento, le sonrió y abrió la puerta de su cuarto, volviéndola a cerrar cuando hubieron pasado. July no opuso resistencia cuando la empotró contra la puerta y la levantó al vuelo. Las piernas de la chica se enroscaron alrededor de su cintura, mientras le quitaba la camiseta. La suya propia también voló en pocos segundos. Entonces él decidió pasar la fiesta a la cama.

July se dejó coger y el chico la puso suavemente sobre el colchón, antes de colocarse él encima. Sentía las manos del chico sujetándola por las muñecas, cosa que le gustaba todavía más. Notaba la lengua de Robbie por todo su cuerpo, y antes de darse cuenta no quedaba ropa que quitar. No había marcha atrás, pero ella tampoco quería retroceder.

lunes, 8 de octubre de 2012

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 5


Furgoneta del grupo – Brooklyn (por la mañana).
-          ¿Cómo has dicho que se llama?
-          Beck.
-          ¿Y de qué la conoces?
-          Del estadio.
-          ¿También está metida en todo lo de las motos?
-          Sí, de hecho es la dueña del antro, y participa en las carreras.
-          ¿Beck no es nombre de tío?
-          Mujer, viene de Rebecca.

Katia se calló un momento pensativa y dejó de preguntar. Esa mañana July la había despertado diciendo que ese día iban a recoger a Beck, y ya de paso le enseñaban el estadio a ella. Recordaba la primera vez que July le dijo por teléfono que se había apuntado a un estadio para practicar con la moto. Luego recordó otra llamaba en la que le contaba su primer concurso de piruetas o su primera carrera. Le hablaba de los otros concursantes. De los más pedantes, de los que le caían bien, de su nombre de concursante. Pero no recordaba haber oído hablar nunca de Beck. Y tal como la describían los chicos, no era algo que había que perderse.

La furgoneta se paró frente a lo que parecía un gran almacén con una portalón abierto. En la fachada, que antes había sido entera beige, ahora había un graffiti enorme que representaba una brujita subida en una moto. Debajo se podía leer el eslogan <<porque las escobas ya no estan de moda>>. Katia estaba ansiosa por entrar.

Estadio de la Bruja – Brooklyn (por la mañana).
Beck se quitó el casco después de apartar la moto de las rampas. Acababa de terminar su entrenamiento, y ahora les tocaba el estadio al resto de los corredores. Se pasó una mano por el cabello verde y morado, lleno de sudor. Se lo había cortado como un chico hace tiempo, justo por eso. Porque odiaba tener que recogérselo cada vez que había una competición. Dejó el casco encima de la moto y se fue directa a las taquillas. Cogió su toalla y fue directamente a las duchas femeninas, pero justo antes de traspasar la puerta con el simbolito de la mujer duchándose, se escuchó esa irritante voz.

-          ¿Seguro que no te estás equivocando de puerta? Creo que la tuya es la de al lado, Beck.

Se dio la vuelta con gesto cansino. Frente a ella había un chico alto y con el traje color blanco con llamaradas verdes. Solo hacía falta verle los zapatos para saber quién era. De todas formas, Beck se quedó mirando por un momento su cara. Tenía el pelo rubio apagado y más corto por los laterales de la cabeza. Había tenido una especie de creta, que le había crecido demasiado y ya no parecía nada. Mike. O como se le llamaba allí, Mad Mike. Igual que ella era Bad Beck. Detrás del chico de la sonrisa torcida, estaban sus amigos, que eran todavía más tontos, Diamond Dave y Lucky Luke.

-          Que te den por detrás, Mike, no estoy de humor.
-          ¿Y eso, estás en esos días del mes? Ah, no que eres un tío – su horrible sonrisa se ensanchó un poco más cuando dijo esto último.
-          Parece que se te suele olvidar de quién es el estadio, imbécil.
-          ¿Y me vas a echar?
-          Como te pases un pelo, capullo.

Después de decir eso, no dejó tiempo para oír la contestación de Mike, se metió directamente en las duchas. No tardó en quitarse la el traje y el resto de la ropa y meterse debajo del chorro de agua caliente. No solía hacerle mucho caso a especimenes como él. Aunque a veces, perdía la paciencia y hacía cosas de las que luego se arrepentía. Algún día le pasaría algo así con Mike. Y lo peor de todo, es que Beck lo estaba deseando.

Estadio de la Bruja – Entrada (por la mañana).
July pasó el portalón como siempre hacía desde hacía tiempo. Y como siempre, eso le producía una sensación peculiar. Como un cosquilleo en las palmas de las manos y de los pies. Ya casi podía escuchar el rugido del motor al arrancar y la adrenalina de sentir como te acercas subida en la moto hacia ese salto que ya te sale de muerte. Sí, se había caído, y sí, algunas veces se había hecho algo gordo, pero siempre merecía la pena volver. Recordaba su primera moto. Fue una Vespa color rojo, se la regalaron sus padres por su cumpleaños y le encantaba. Era el mecanismo perfecto para escaparse por las noches y poder transportarse.

July miró hacia atrás para comprobar que Deuce y Katia la seguían. Los otros dos se habían quedado en la furgo. La menor miraba todo fascinada. July sonrió con suficiencia. Sabía que iba a encantarle. Cuando ya estaban dentro del todo, se podían ver las rampas, las curvas cerradas y las motos yendo de un lado para otro como siempre le relataba a su hermana. En el circuito estaban en el momento Lucky Luke, Joke Jade y Diamond Dave. Mierda, seguro que andaba por allí el indeseable de…

-          Caramba, ¿pero quién es esta ricura?

July se dio la vuelta al momento de escuchar la voz de Mad Mike. El chaval tenía un brazo sobre los hombros de Katia y la miraba pícaramente. Su hermana se limitaba a sonreír.

-          Esta ‘’ricura’’ tiene quince años, capullo – dijo July tirándo del brazo de su hermana y apartándola del chico.
-          Llámame dentro de tres años, ¿vale amor?
-          Ni en tus sueños más mojados – le respondió Katia con la misma sonrisa.

Deuce soltó una carcajada y aplaudió la contestación de esta.

-          Parece que ha salido peleona – dijo Mike, y luego se dirigió a July – igualita que tú en tu primer día aquí.
-          ¿Qué te he dicho de molestar, gilipollas? – se escuchó la voz Beck desde el pasillo de las duchas.

July se giró a mirar y sonrió. La chica llevaba unos vaqueros de cuadros de colegiala rojos y una camiseta de Green Day. Pero también llevaba una toalla enrollada en la cabeza, que la hacía parecer un champiñón. Aún con ese atuendo, y eso en la cabeza, solo su voz imponía. Katia juró ver un mini-infarto pasando por la mirada de Mike antes de darse la vuelta para plantarse ante la chica con su arrogancia. July se temía lo peor. Beck estaba furiosa.

Furgoneta del grupo – Estadio de la Bruja (por la mañana).
-          ¿Qué crees que pasaría si una persona se cayese desde un puente al agua?
-          Depende de a qué altura este el puente.
-          Pero si son más de diez metros, se muere fijo.
-          Depende.

De repente, la puerta de la furgo se abrió de golpe, y una enfada Beck y un pálido Decue se subieron al coche. Beck se subió delante y se cruzó de brazos con el ceño fruncido y la mirada más asesina del mundo.

-          ¿Qué ha pasado? – se atrevió a preguntar Suzu.
-          Un gilipollas me ha tocado mucho los ovarios.
-          ¿Era necesario hacer lo que hiciste? – preguntó Deuce asomándose desde la parte de atrás del coche.
-          ¿Qué le has hecho al pobre chaval? – dijo Robbie con cara de miedo.
-          El mejor regalo de su vida.

Estadio de la Bruja – Hace unos minutos…
-          La verdad es que me divierte meterme con otros tíos como tú Beck – dijo Mike.
-          Estoy hasta aquí, de que me digas que soy un tío, mariconazo.
-          ¿Te molesta que diga verdades?

En ese momento, todos los corredores que ya estaban y los que acababan de llegar se arremolinaban a sus alrededores, y ellos ni parecían enterarse. July y Deuce se mordían las uñas de los nervios, pero tampoco querían intervenir. Sin, embargo, Katia, sonreía todo el rato, se lo estaba pasando en grande.

-          Bueno, te dejo, que seguro que tienes alguna novia por ahí a la que satisfacer.

Mike se dio la vuelta haciendo un gesto con la mano de despedida dramáticamente. Beck apretaba la mandíbula y cerraba los puños con tanta fuerza que empezaba a hacerse heridas en las palmas de las manos. Ese gilipollas… Iba a ver todo lo ‘’tío’’ que era… Fue a grandes zancadas con la mente nublada por el enfado. Cogió a Mike del traje por la espalda y le dio la vuelta para que la mirara directamente a la cara. Cuando la miraba, Beck volvió a cogerle del traje, esta vez de la parte de cuello. Lo agarró con fuerza y lo atrajo hacia sí. Todo eso tan rápido que cuando el chico quiso darse cuenta, ya la estaba besando. El shock fue tan grande que no pudo moverse. Cuando menos se lo esperaba, ella le soltó, se alejó de él y se limpió los labios como con asco.

-          Ya lo has visto, capullo. No te laves la boca en una semana.

 Después de decir eso, Beck apartó a la gente del círculo que se había formado, recogió la toalla del suelo, que se había caído antes de la pelea con Mike, la lanzó lejos, y siguió caminando hacia la salida. July y Deuce estaban a cuadros y Katia sonreía complacida, solo le faltaba juntar las manos y decir: excelente… Pero todo eso no era nada, porque el que más traumatizado estaba era el propio Mike. Que se había quedado ahí en medio, quieto como un palo, con una mano en la boca. Beck había explotado del enfado, y al mismo tiempo había hecho estallar algo dentro de él.