Furgoneta
del grupo – Brooklyn (por la mañana).
-
¿Cómo has dicho que se llama?
-
Beck.
-
¿Y de qué la conoces?
-
Del estadio.
-
¿También está metida en todo lo de las motos?
-
Sí, de hecho es la dueña del antro, y
participa en las carreras.
-
¿Beck no es nombre de tío?
-
Mujer, viene de Rebecca.
Katia se calló un momento pensativa y
dejó de preguntar. Esa mañana July la había despertado diciendo que ese día
iban a recoger a Beck, y ya de paso le enseñaban el estadio a ella. Recordaba
la primera vez que July le dijo por teléfono que se había apuntado a un estadio
para practicar con la moto. Luego recordó otra llamaba en la que le contaba su
primer concurso de piruetas o su primera carrera. Le hablaba de los otros
concursantes. De los más pedantes, de los que le caían bien, de su nombre de
concursante. Pero no recordaba haber oído hablar nunca de Beck. Y tal como la
describían los chicos, no era algo que había que perderse.
La furgoneta se paró frente a lo que
parecía un gran almacén con una portalón abierto. En la fachada, que antes
había sido entera beige, ahora había un graffiti enorme que representaba una
brujita subida en una moto. Debajo se podía leer el eslogan <<porque las
escobas ya no estan de moda>>. Katia estaba ansiosa por entrar.
Estadio
de la Bruja – Brooklyn (por la mañana).
Beck se quitó el casco después de apartar
la moto de las rampas. Acababa de terminar su entrenamiento, y ahora les tocaba
el estadio al resto de los corredores. Se pasó una mano por el cabello verde y
morado, lleno de sudor. Se lo había cortado como un chico hace tiempo, justo
por eso. Porque odiaba tener que recogérselo cada vez que había una
competición. Dejó el casco encima de la moto y se fue directa a las taquillas.
Cogió su toalla y fue directamente a las duchas femeninas, pero justo antes de
traspasar la puerta con el simbolito de la mujer duchándose, se escuchó esa
irritante voz.
-
¿Seguro que no te estás equivocando de puerta?
Creo que la tuya es la de al lado, Beck.
Se dio la vuelta con gesto cansino.
Frente a ella había un chico alto y con el traje color blanco con llamaradas
verdes. Solo hacía falta verle los zapatos para saber quién era. De todas
formas, Beck se quedó mirando por un momento su cara. Tenía el pelo rubio
apagado y más corto por los laterales de la cabeza. Había tenido una especie de
creta, que le había crecido demasiado y ya no parecía nada. Mike. O como se le
llamaba allí, Mad Mike. Igual que ella era Bad Beck. Detrás del chico de la
sonrisa torcida, estaban sus amigos, que eran todavía más tontos, Diamond Dave
y Lucky Luke.
-
Que te den por detrás, Mike, no estoy de
humor.
-
¿Y eso, estás en esos días del mes? Ah, no que
eres un tío – su horrible sonrisa se ensanchó un poco más cuando dijo esto
último.
-
Parece que se te suele olvidar de quién es el
estadio, imbécil.
-
¿Y me vas a echar?
-
Como te pases un pelo, capullo.
Después de decir eso, no dejó tiempo para
oír la contestación de Mike, se metió directamente en las duchas. No tardó en
quitarse la el traje y el resto de la ropa y meterse debajo del chorro de agua
caliente. No solía hacerle mucho caso a especimenes como él. Aunque a veces,
perdía la paciencia y hacía cosas de las que luego se arrepentía. Algún día le
pasaría algo así con Mike. Y lo peor de todo, es que Beck lo estaba deseando.
Estadio
de la Bruja – Entrada (por la mañana).
July pasó el portalón como siempre hacía
desde hacía tiempo. Y como siempre, eso le producía una sensación peculiar.
Como un cosquilleo en las palmas de las manos y de los pies. Ya casi podía
escuchar el rugido del motor al arrancar y la adrenalina de sentir como te
acercas subida en la moto hacia ese salto que ya te sale de muerte. Sí, se
había caído, y sí, algunas veces se había hecho algo gordo, pero siempre
merecía la pena volver. Recordaba su primera moto. Fue una Vespa color rojo, se
la regalaron sus padres por su cumpleaños y le encantaba. Era el mecanismo
perfecto para escaparse por las noches y poder transportarse.
July miró hacia atrás para comprobar que
Deuce y Katia la seguían. Los otros dos se habían quedado en la furgo. La menor
miraba todo fascinada. July sonrió con suficiencia. Sabía que iba a encantarle.
Cuando ya estaban dentro del todo, se podían ver las rampas, las curvas
cerradas y las motos yendo de un lado para otro como siempre le relataba a su
hermana. En el circuito estaban en el momento Lucky Luke, Joke Jade y Diamond
Dave. Mierda, seguro que andaba por allí el indeseable de…
-
Caramba, ¿pero quién es esta ricura?
July se dio la vuelta al momento de
escuchar la voz de Mad Mike. El chaval tenía un brazo sobre los hombros de
Katia y la miraba pícaramente. Su hermana se limitaba a sonreír.
-
Esta ‘’ricura’’ tiene quince años, capullo –
dijo July tirándo del brazo de su hermana y apartándola del chico.
-
Llámame dentro de tres años, ¿vale amor?
-
Ni en tus sueños más mojados – le respondió
Katia con la misma sonrisa.
Deuce soltó una carcajada y aplaudió la
contestación de esta.
-
Parece que ha salido peleona – dijo Mike, y
luego se dirigió a July – igualita que tú en tu primer día aquí.
-
¿Qué te he dicho de molestar, gilipollas? – se
escuchó la voz Beck desde el pasillo de las duchas.
July se giró a mirar y sonrió. La chica
llevaba unos vaqueros de cuadros de colegiala rojos y una camiseta de Green
Day. Pero también llevaba una toalla enrollada en la cabeza, que la hacía
parecer un champiñón. Aún con ese atuendo, y eso en la cabeza, solo su voz
imponía. Katia juró ver un mini-infarto pasando por la mirada de Mike antes de
darse la vuelta para plantarse ante la chica con su arrogancia. July se temía
lo peor. Beck estaba furiosa.
Furgoneta
del grupo – Estadio de la Bruja (por la mañana).
-
¿Qué crees que pasaría si una persona se
cayese desde un puente al agua?
-
Depende de a qué altura este el puente.
-
Pero si son más de diez metros, se muere fijo.
-
Depende.
De repente, la puerta de la furgo se
abrió de golpe, y una enfada Beck y un pálido Decue se subieron al coche. Beck
se subió delante y se cruzó de brazos con el ceño fruncido y la mirada más
asesina del mundo.
-
¿Qué ha pasado? – se atrevió a preguntar Suzu.
-
Un gilipollas me ha tocado mucho los ovarios.
-
¿Era necesario hacer lo que hiciste? –
preguntó Deuce asomándose desde la parte de atrás del coche.
-
¿Qué le has hecho al pobre chaval? – dijo
Robbie con cara de miedo.
-
El mejor regalo de su vida.
Estadio
de la Bruja – Hace unos minutos…
-
La verdad es que me divierte meterme con otros
tíos como tú Beck – dijo Mike.
-
Estoy hasta aquí, de que me digas que soy un
tío, mariconazo.
-
¿Te molesta que diga verdades?
En ese momento, todos los corredores que
ya estaban y los que acababan de llegar se arremolinaban a sus alrededores, y
ellos ni parecían enterarse. July y Deuce se mordían las uñas de los nervios,
pero tampoco querían intervenir. Sin, embargo, Katia, sonreía todo el rato, se
lo estaba pasando en grande.
-
Bueno, te dejo, que seguro que tienes alguna
novia por ahí a la que satisfacer.
Mike se dio la vuelta haciendo un gesto
con la mano de despedida dramáticamente. Beck apretaba la mandíbula y cerraba
los puños con tanta fuerza que empezaba a hacerse heridas en las palmas de las
manos. Ese gilipollas… Iba a ver todo lo ‘’tío’’ que era… Fue a grandes
zancadas con la mente nublada por el enfado. Cogió a Mike del traje por la
espalda y le dio la vuelta para que la mirara directamente a la cara. Cuando la
miraba, Beck volvió a cogerle del traje, esta vez de la parte de cuello. Lo
agarró con fuerza y lo atrajo hacia sí. Todo eso tan rápido que cuando el chico
quiso darse cuenta, ya la estaba besando. El shock fue tan grande que no pudo
moverse. Cuando menos se lo esperaba, ella le soltó, se alejó de él y se limpió
los labios como con asco.
-
Ya lo has visto, capullo. No te laves la boca
en una semana.
Después de decir eso, Beck apartó a la gente
del círculo que se había formado, recogió la toalla del suelo, que se había
caído antes de la pelea con Mike, la lanzó lejos, y siguió caminando hacia la
salida. July y Deuce estaban a cuadros y Katia sonreía complacida, solo le
faltaba juntar las manos y decir: excelente… Pero todo eso no era nada, porque
el que más traumatizado estaba era el propio Mike. Que se había quedado ahí en
medio, quieto como un palo, con una mano en la boca. Beck había explotado del
enfado, y al mismo tiempo había hecho estallar algo dentro de él.
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