miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 6


Apartamento 2ºB – Quinta Avenida de Brooklyn (por la tarde)
-          Bueno, cambiando de tema – Katia se aclaró la garganta -, vuestra primera vez.

July se atragantó con la Coca Cola y se puso a toser mientras Suzu le golpeaba en la espalda ante la divertida mirada de su hermana. En ese momento se encontraban en el apartamento. Habían ido a comer a un bar cerca del estadio en el que ponían las mejores hamburguesas de toda Nueva York. Después, Beck seguía bastante enfadada por lo que había pasado con Mike así que los cinco habían vuelto al apartamento y estaban tirados en el sofá haciendo un campeonato de Call of Duty. Habían estado hablando con Katia sobre su vida al otro lado del país, hasta que ella había elegido otro tema, harta de hablar sobre sí misma. Y ese era el maldito tema que había elegido, seguro que lo había hecho a propósito. Pero por ahora July no podía hacer nada salvo disimular y procurar que la atención no se centrase en ella en toda la conversación.

-          Suzu tiene una buena historia sobre eso – dijo Robbie con una sonrisa sin apartar la vista de la pantalla. En ese momento solo estaban jugando Deuce y él.
-          ¡Qué cabrón! – dijo éste mientras el rubio soltaba una carcajada.
-          ¿Qué te pasó? – preguntó Katia divertida.
-          Bueno, la contaré - adoptó una pose cómoda ignorando los gritos de triunfo de Robbie y Deuce, los cuales conocían esa historia a la perfección -. Sabéis, que en todas las clases de instituto del mundo hay una Molly Fishel.
-          ¿Una Molly Fishel? – preguntó July.
-          Sí, esa típica niña repelente con dientes de conejo, gafas de aumento y trencitas – dijo Suzu imitando la imagen que acababa de describir -. Bueno pues, cuando estábamos en cuarto de secundaria Robbie y yo, entró una nueva Molly Fishel en clase. Y ocurrió lo peor.
-          La tía se encoñó de Suzu – dijo Robbie riéndose.
-          ¿En serio? – preguntó Katia.
-          ¿Te cuesta creer que pueda gustarle a alguien? – le dijo Suzu desafiándola con la mirada.
-          No, no es eso… - dijo Katia con ironía, mientras esquivaba una patada del chico.
-          El caso es que un día – siguió el del pelo lila, mientras se encendía un cigarro -. Molly aprovechó que tenía que ir yo solo al laboratorio para seguirme y cerrar la puerta con llave. Reconozco que yo tenía miedo.
-          No me puedo creer que te violara Molly Fishel – Dijo July uniéndose a las carcajadas de Robbie.
-          ¡No fue bonito, ¿vale?! – dijo el chico con fingida tristeza.
-          ¿Y tú Robbie? – preguntó Katia.
-          Robbie se tiró a una groupie que vino a nuestro primer concierto, nada especial – dijo Deuce -. ¿Cómo se llamaba, tío?
-          Creo que era algo así como… Vanessa, ¿no? – dijo el rubio haciendo memoria.
-          Para mí que era Jessica – dijo Suzu.
-          Bah, qué más dará – dijo Robbie quitándole importancia -. Fue un polvo rápido y nada agradable en la parte de detrás del escenario, un calentón.
-          Yo, lo normal – dijo Deuce -. Con una chica de un campamento, en mi casa una noche que mis padres no estaban. Aunque recuerdo que tampoco estuvo nada bien, éramos muy malos los dos así que fue un fracaso.
-          Joder – dijo July sin pensar - ¿soy la única que no tuvo una primera vez horrible?
-          Ahora que lo pienso, no sé como te estrenaste tú – dijo Suzu mirándola.
-          Eso es, nunca nos la has contado – dijo Robbie.

July cada vez era más consciente del error que había cometido. Mierda, mierda y mierda, joder, ahora seguro que lo terminaría diciendo. Pero no quería, la situación ya era bastante tensa con Robbie como para ahora añadir eso al cesto de la incomodidad. July miró a Katia como pidiendo ayuda, pero esta le negó con la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja.

-          Venga, dispara, July – le dijo Deuce, que en ese momento le pasaba el mando a Suzu. Robbie había ganado, así que seguía jugando, July se mordió el labio.
-          Bueno – decidió dar una pista algo obvia -. Vosotros ya me conocíais cuando pasó.

En los primeros segundos reinó el silencio. Entonces Robbie se dio cuenta de lo que eso significaba. La conocieron con diecisiete. Él sabía que en los diez meses que habían pasado desde que se conocieron hasta que se mudaron a Nueva York no había practicado el sexo con nadie. Eso quiere decir que lo hizo en el piso. Pero la primera noche en que llegaron al piso fue la fiesta de inauguración. La fiesta en la que se acostaron. Robbie dejó caer el mando de la consola y se volvió para mirar a la chica. Ella también le estaba mirando a él, seguramente esperando a que se diera cuenta de lo que acababa de decir. En cuanto cruzó su mirada con la July, a ésta se le subieron los colores y le sonrió de forma tonta como esperando su reacción con una mezcla de miedo y nervios.

-          ¿Qué? – dijo él sin poder creérselo todavía. July no respondió, solo asintió con la cabeza mientras se mordía las uñas de la mano derecha.
-          ¿Qué pasa? – dijeron los otros dos, que no habían caído todavía.

Entonces Suzu se quedó mirando a sus amigos. July estaba roja y Robbie se había quedado pasmado. En ese momento él también se dio cuenta, casi al mismo tiempo que Deuce.

-          ¡HALA! – dijo el menor.
-          Oh, venga – July dejó de mirar a Robbie y decidió actuar como si no fuera para tanto, aunque por dentro se estuviera muriendo. - ¿no lo sabíais?
-          ¿Cómo íbamos a saberlo? – preguntó Suzu.
-          Anda que estáis espabilados, vosotros – dijo July y se levantó del sofá – voy a coger algo de beber, ¿queréis algo?

Los chicos respondieron todos que no, excepto Robbie que se quedó callado. Todavía seguía flipando. Eso cambiaba algunas cosas. En realidad no cambiaba nada, pero a él le parecía que era así. Se puso a recordar aquella noche, y como siempre que lo hacía, sentía ese calorcillo en el pecho que le recordaba una y otra vez lo que sentía por July.

Apartamento 2º8 – Hacía cerca de dos años (de madrugada)
Robbie se dio una vuelta por la casa. La fiesta ya casi se había terminado, solo quedaban unos pocos, que estaban tan bebidos que no podían volver a casa por su propio pie. Él había bebido mucho, pero aguantaba bien el alcohol, se lo había pasado en grande. Se dirigió a su habitación para ir a dormir y cuando iba a abrir la puerta, ésta se abrió dejando ver a una chica de pelo azul eléctrico que salía del cuarto. Robbie le miró como extrañado, pero al mismo tiempo divertido.

-          Yo… tenía que usar el baño – dijo July nerviosa.
-          No pasa nada, ¿te lo has pasado bien, pitufa? – le preguntó el chico, apoyando una mano en el hombro de ella.
-          Sí – July sonrió, ha estado bien.

Robbie se quedó mirando fijamente los ojos de la chica, siempre le había parecido que era la chica de diecisiete años más guapa que había conocido. Pero hasta ese momento no había sentido una atracción tan grande por ella. ¿Sería el alcohol? A lo mejor, pero no le importaba. Por su parte July sentía el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Robbie estaba guapísimo, como siempre. Sentía la cabeza dándole vueltas, y sin pensarlo, se puso de puntillas y colocó sus labios encima de los del chico. Tenía miedo de su reacción, pero pasó todo lo contrario a lo que ella esperaba.

Robbie la rodeó con ambos brazos, estrechando el contacto, y profundizó más en el beso. Sus labios tenían un tacto tan electrizante… Estaba en el paraíso. July metió las manos por debajo de la camiseta del chico y empezó a acariciarle la espalda, dejándose llevar. Robbie se separó un momento, le sonrió y abrió la puerta de su cuarto, volviéndola a cerrar cuando hubieron pasado. July no opuso resistencia cuando la empotró contra la puerta y la levantó al vuelo. Las piernas de la chica se enroscaron alrededor de su cintura, mientras le quitaba la camiseta. La suya propia también voló en pocos segundos. Entonces él decidió pasar la fiesta a la cama.

July se dejó coger y el chico la puso suavemente sobre el colchón, antes de colocarse él encima. Sentía las manos del chico sujetándola por las muñecas, cosa que le gustaba todavía más. Notaba la lengua de Robbie por todo su cuerpo, y antes de darse cuenta no quedaba ropa que quitar. No había marcha atrás, pero ella tampoco quería retroceder.