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La misión es solo de nivel uno, no queríamos muchos
problemas para vuestro primer encargo -. Hablaba el jefe, en la sala de
reuniones, mientras escribía en la pizarra todo lo que decía -. Consiste en ir
a un campus de universidad y localizar a Thomas Brown y a Taylor Allen. Estos
dos individuos son hackers de alto prestigio y están trabajando para una
empresa ilegal extranjera, extrayendo datos de la base de información del
gobierno. Toda esa información la tienen guardada en algún punto de su
habitación, tengo entendido que en una caja fuerte. El objetivo es conseguirla.
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Solo una pregunta, - dijo Osman - ¿para qué necesita a dos
chicas solo?
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No lo has entendido Osman – habló Baako - ¿crees que alguno
de esos chicos te metería en su cuarto? Y no, no podrías ir tu con una mini
falda, - cortó al chico cuando iba a
volver a hablar – porque esos chicos tienen matones del equipo de fútbol para
que les cubran ¿me equivoco? – miró al jefe, que negó con la cabeza -. Como en
las pelis americanas. Y eso es todo.
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¿Y para esta mierda se la liado la gorda? – dijo Darío que
estaba repantingado en una de las sillas con el pijama puesto, como todos los
demás.
En realidad, la única que había sabido la hora de la convocatoria había
sido Anastasia, con Adri de la mano. A los demás les había cogido por sorpresa
completamente.
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Y ahora, la pregunta – el jefe se puso justo en frente de
los chicos, con una sonrisa que hizo que se le torcieran las gafas - ¿Algún
voluntario para acompañar a las chicas a la misión?
Durante la primera milésima de segundo, solo se escuchó el silencio y el
zumbido de todas las neuronas adolescentes procesando aquella información. Y
mientras Adri se levantaba y se ponía a abrazar a cualquiera, Osman se caía de
la impresión, o Baako reía a carcajadas, Darío permanecía sentado en su silla,
mirándose las uñas como si nada. Narel se le quedó mirando y después se acercó
a hablar con él. Ella misma también estaba muy emocionada por lo que acababa de
decir el jefe, como casi todos allí.
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Eh, ¿no te sorprende? – le dijo Narel a Darío.
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No le cojas el gustillo a eso de hablarme, por favor –
respondió el chico sin mirarla.
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Oye, cuando alguien te dirige la palabra lo mínimo es
devolverle la vista.
Entonces Darío levantó la cabeza y clavó los ojos en ella. Al segundo
Narel deseó no haberle dicho nada, pues su sola mirada intimidaba mucho. Pero
luego pensó que era una tontería y que esa fachada borde no significaba nada.
Solo lo tonto que era el chaval.
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¿Qué quieres? – le preguntó Darío.
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Saber si vas a venir.
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Pues claro – El chico volvió a mirarse las uñas.
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No pareces muy emocionado.
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Porque no lo estoy – Darío se puso de pie y se dirigió a la
puerta, parándose en el umbral – Era demasiado predecible que el jefe al final
os diera permiso, así que no, no estoy sorprendido, ni doy gracias a la vida –
y dicho esto, desapareció, dejando a una Narel confundida en medio de un caos
de felicidad por parte de los demás.
* * *
Andy estaba en la puerta del salón, apoyado en silencio en el marco.
Echaba miradas furtivas dentro, cuando sabía que la única persona repantingada
en el sillón no miraba. Se moriría si alguien le viera allí. Aunque seguramente
todos sabían ya que sentía una sensación extraña por ella. Ella. Siempre tan
fuerte, siempre tan satisfecha. ¿Por qué no le salía nada mal nunca? Era la que
más se esforzaba allí y todos lo sabían. Supuestamente eran todos igual de
rápidos, igual de inteligentes e igual de invisibles en combate. Los habían
hecho a todos iguales, como los moldes que se usan para las galletas.
Igualmente, Andy creía que había algo que les había salido mal, porque la
personalidad de cada uno era suya propia, y eso nadie podría cambiarlo.
Y ella tenía una personalidad deslumbrante. No era demasiado bromista,
ni demasiado callada, era perfecta. Perfecta. Demasiado buena para él.
Demasiado buena para ni siquiera poder hablar con ella sin ponerse rojo o
tartamudear. Y es que cada vez que le hablaba a él le iluminaba con su potente
sonrisa y con sus preciosos ojos verdes. No podía con eso. No podía con ella. Aunque al mismo tiempo deseaba tenerla.
Un ruido hace que Andy se alerte y salga de sus ensoñaciones. Rápido
como el rayo, se esconde en la pequeña habitación que hay a su lado y mira por
una rendija que deja antes de cerrar la puerta. Akane anda con decisión cuando
sale del salón con su libro de astrología sujeto en la mano derecha. A Andy se
le acelera el corazón y se sonroja sin razón. Desea enredar los dedos en su
pelo negro azabache y dejarse llevar. Pero se queda con un vacío cuando deja de
poder verla por la rendija. Abre la puerta con el pie y se sienta en suelo,
apoyándose en la pared y tapándose la cara con las manos. No sabía como podía
provocar eso en él, pero no era el momento de preguntárselo. Era la hora de
salir de allí y decidir si iba salir al exterior por primera vez o no. Andy se
levantó y se marchó sin cerrar la puerta y de buen humor.
Me encanta, estoy impaciente por leer el siguiente :)
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