Baako estaba en un gran almacén con todos los demás que iban a la
misión. Al final solo iban a quedarse Andy, Wendy y Akane, aunque ella no
entendía por qué. Le hubiera gustado que ellos también vieran dónde se
encontraban ahora. Era una gran explanada con techo y con multitud de aviones,
avionetas, helicópteros y demás medios de transporte. Los habían vestidos a
todos como adolescentes normales, de hecho les habían dejado elegir el
vestuario. Baako estaba que se salía de emoción y se removía en sus shorts de
cuero marrón, que había combinado con una camiseta ceñida negra con un garabato
y con unas botas de cordones. Observó a los otros. También estaban nerviosos,
hablaban por los codos e incluso algunos se mordían las uñas. Menos Darío,
claro. Ese chico nunca se emocionaba por nada, Baako frunció el ceño. No le
daba buena espina, nunca se la había dado.
De repente empezó a sonar un ruido atronador del techo, y Baako dio un
respingo a la vez que se llevaba las manos instintivamente a la cabeza. Los
demás pararon de hablar y miraron arriba también. El techo era móvil, se estaba
replegando. Conforme más se abría, más luz del exterior entraba, por un momento
se cegó completamente, pero en seguida volvió a abrir los ojos, pues no quería
perderse eso por nada del mundo. Poco a poco se fue dejando ver un prado enorme
por el gran portalón. Un prado, verde. Así allí era donde estaba la base. Y
todos esos años sin haberlo visto.
-
¡Chicos, atención! – el jefe se había puesto en frente de
los chicos para que le prestarán atención -. Ahora vais a subiros en el avión
que os indique, os vais a sentar con los cinturones puestos y vais a esperar a
que conectemos el chip del programa.
Baako se estremeció, cuando dijo eso último. La verdad es que se ponía a
temblar cada vez que decían de conectar el programa para hacer alguna prueba o
algo así. Era doloroso. Pero solo al encenderlo, después te acostumbrabas,
aunque no le apeteciera nada pasar dolor justo en ese momento. La chica echó a
andar hacia donde les indicaba el jefe. Echó su mochila en la parte de atrás
del avión y empezó a subir las escaleras detrás de Alex. Cuando estuvo de pie
dentro del avión supo que no había vuelta a tras y sonrió.
* * *
Un resplandor intenso nubló su vista durante unos instantes, resplandor,
que iba acompañado de un dolor de quemadura en las palmas de dedos y pies. Nota
la cabeza como si le estuvieran dando con un bate, pero si cerrabas los ojos y
apretabas los dientes, no tardaba tanto en pasarse. Luego sentía un cosquilleo
por toda la piel y se iban pasando los demás efectos. Entonces ya podías abrir
los ojos, pero solo veías una luz blanca. Poco a poco, la luz se iba
difuminando y entrabas en una especie de estado de nirvana hasta que la luz se
iba por completo.
Entonces era cuando abrías los ojos de verdad. Y entonces era cuando lo
veías todo. Veías cada pequeño detalle, por imperceptible que fuese. Eras capas
de sumar multiplicar, dividir y resolver una ecuación en tan solo un segundo.
Tu mente iba tres veces más rápido de lo normal, y eso se notaba. Podías
percibir incluso las señales de calor. Era como llevar unas gafas, sabes que no
eres tú la que está viendo todo eso, como si no debieras verlo.
-
Chicos, ¿vais bien? – preguntó el jefe.
Los chicos lentamente asintieron con la cabeza, algunos todavía en el
estado de nirvana, sin darse cuenta de que incluso ya sobrevolaban la tierra.
-
Bueno, sabéis que se pasa rápido – tosió una vez, y luego,
cuando todos le prestaban atención, prosiguió -. Aterrizaremos en un descampado.
En el avión llevamos cuatro motos. Os subiréis en ellas e iréis a la dirección
que os hemos implantado en el programa. Es una fiesta de adolescentes así que
intentad disimular, ¿de acuerdo?
-
Pero si somos adolescentes – replicó Osman.
-
Ya, pero no sois normales – dijo el jefe con una carcajada.
Cuando el avión aterrizó, Baako no tardó en quitarse el cinturón e ir
corriendo hacia la otra sala del avión. Donde descansaban cuatro motos, una era
verde, otra negra y las otras dos eran azules y rosas. Una compuerta empezó a
abrirse dejando salir una rampa para que bajaran. La chica se subió en la moto
verde y puso el dedo en el lector de huellas. Al instante un repertorio de
lucecitas se encendió y se escuchó el ruido del motor al encenderse, la sonrisa
de Baako se ensanchó un poco más. Notó como Narel se subía en la parte de atrás
y escuchó que el jefe estaba dando las últimas explicaciones. Y sin que hubiera
parado de hablar, su amiga le susurró al oído:
-
¿A qué estás esperando?
Baako miró hacia atrás y vio que
todos sus compañeros estaban ya en sus posiciones. Adri manejaba la moto rosa,
con Osman detrás, Alex y Anastasia iban en la azul y Darío iba solo en la suya.
La chica negra volvió la vista hacia el frente otra vez y sin ponerse el casco
pisó a fondo el acelerador. La moto empezó a correr que se las pelaba,
omitiendo la voz del jefe, que ya sonaba en la distancia. Lo que más le había
gustado siempre de los entrenamientos eran las partes de conducir, y no había
ni que hablar de lo que sentía cuando iba pasando bajo los árboles a esa
velocidad. Pero cuando se sintió verdaderamente alucinante fue cuando llegaron
a la carretera. No puso evitar lanzar un grito de eufórica acompañado por las
carcajadas de Narel, las protestas de Darío y la adrenalina de todos los
chicos.
Esta muy chulo, esta genial, ara cuando el siguiente :)
ResponderEliminarjajajaja dentro de poco xD I promise it
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