-3ºA-
Julia se despierta sobresaltada por el temblor característico de su
boque, que está situado encima de un carril de metro especialmente brusco. Se
yergue en la cama y se frota los ojos con las manos, hace años que no utiliza
despertador. Se levanta con cuidado de no darse contra el techo, hundido en esa
parte del cuarto por el hueco de la escalera. Vive en un tercero, el piso más
alto de su edificio, más concretamente en el 3ºA. Es un lugar bastante cutre
pero no está mal, hasta tiene ascensor, pero lo pusieron después de que la
abuelita minusválida del segundo se lo exigiera al ayuntamiento. Ahora solo es
otro temblor más, ya que la ancianita murió el año pasado.
Julia se dirige hacia su armario y se pone unos vaqueros de pitillo
normales y la camiseta de The Sex Pistols de su hermano mayor. Se lava los
dientes y se peina un poco. Cuando termina de abrocharse las converses azules
se va al salón y se sienta en un sillón color Burdeos. Piensa que va a ser otro
domingo solitario ya que sus padres trabajan constantemente y todos los días de
la semana. Se asoma a la ventana que da al patio para tomar un poco de aire y
se fija en la ventana de en frente. Siempre está abierta la ventana del 3ºB.
Allí vive un chico de su edad con sus padres desde hace poco más de dos años.
El 3ºB era igual que su casa en la arquitectura, solo que donde estaba el
cuarto de Julia en el otro piso estaba la habitación de coladas. Lo sabía
porque el día que llegaron, su madre fue a cotillear.
En ese momento pasa por la ventana el chico de los vecinos. Es rubio
intenso, no como ella que tiene un rubio cenizo más apagado. Tiene los ojos
grandes y una sonrisa perfecta. Mira como se prepara unos cereales y se da
cuenta de que en realidad, nunca ha hablado con él. Va a un instituto privado
en la alto de la colina y ella va a uno público cerca de la plaza. Pero ahora
no le apetecía pensar en los estudios. Pega un brinco cuando el chico gira
la cabeza y la mira divertido. Se pone
colorada y se aleja de la ventana a toda prisa. Va a su cuarto y después de
estar un rato diciéndose lo tonta que es mira en la puerta y ve una mochila
vieja con una nota: <<Julia, cuando te despiertes baja esto al contenedor
del rellano, Te quiere, Mamá>>.
-3ºB-
Ross mira nervioso el techo de su habitación. Hace horas que está
vestido, pero no tiene nada que hacer. No ha dormido en toda la noche y no sabe
por qué. Pero está muy inquieto. Hace una vista panorámica de su cuarto: una
mesa de escritorio con un montón de papeles rayados de grafito, una pared llena
de pósters de Maroon 5, un armario con toda la ropa desordenada y una cama con
sábanas de Los Vengadores. Sí, es muy aficionado a los súper héroes, pero lejos
de avergonzarse, se siente orgulloso de su colección de Superman o Batman.
Se levanta de un salto y va hacia la cocina. En la mesa ve un papelito
adhesivo rosa chillón con la letra garabateada de su padrastro, Marcos. ¿Qué
querrá ahora ese impresentable? Realmente no le cae nada bien ese hombre. No
solo se habían mudado a España por su culpa, sino que trata a su madre como si
estuvieran solos, únicamente con el fin de molestarle a él. Y sí, le molesta.
Le cae muy mal. El posit dice: <<Chico, me llevo a tu madre un par de
horas para estar solos, pórtate bien y no toques mis cosas, Marcos>>. Ross
aún puede escuchar la irritante risa de la persona en la que ese señor ha convertido
a su madre. Pero no piensa quedarse parado.
Coge su mochila del instituto y vacía los libros encima de la cama.
Vuelve a la cocina y se para un momento en la ventana que da al patio. La chica
de los vecinos lo está mirando. Pasan unos segundo en los que la chica está en
la luna de Valencia y luego reacciona y se pone colorada. Ross sonríe ante la
situación, le parece muy divertida. Ya sabe el efecto que causa en las chicas
de aquí, un rubio inglés entre un montón de morenos mediterráneos. Lejos de
subírsele a la cabeza, se lo toma a broma. No le gustan las chicas españolas,
le parecían muy simples, no más que las inglesas pero casi. Y ahora además les
había dado por escuchar esa horrible música latina ordinaria. Se repelía aún
más.
La vecina iba al instituto público, seguro que era como las otras. Sin
embargo algo en su mirada le hace replanteárselo cada vez que la ve, también
ayuda haberla visto con camisetas rockeras, pero seguro que ni sabe a quien
lleva escrito. Igualmente no quiere juzgarla antes de haber hablado nunca con
ella. Sin quitarse ese tema de la cabeza abre la mochila y la llena de bolsas
de patatas y todas las porquerías de ese estilo que encuentra, hoy va a darse a
la buena vida.
Cuando termina, se despide de la casa y sale cerrando la puerta con
llave. Se queda parado un momento en frente de la puerta del ascensor y
recuerda las palabras de su madre: <<nunca uses ese trasto, Ross,
cualquier día se parará y te quedarás encerrado>>. Ross se queda quieto
unos segundos, luego se encoge de hombres y entre en el cubículo de un metro y
medio cuadrado, <<seguro que por una vez no pasa nada…>>. Le da al
botón del piso de recepción y espera viendo como las puertas se cierran. Cuando
queda poco más de cinco centímetros, una mano se interpone y hace que las
puertas vuelvan a abrirse. Conforme van dejando más espacio, puede encontrarse
con la incómoda mirada de la chica de los vecinos.
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