martes, 1 de mayo de 2012

Billy Harper


Billy Harper tenía tatuada la cara de la muerte en el dorso de la mano izquierda: una calavera sonriente grabada en la correosa piel. Aquella era la mano que empleaba para matar, o eso decía él, y fuera cierto o fuera falso, aquella mano colmaba de miedo los corazones de los más jóvenes en la tripulación del Lion, y hasta el más pintado prefería evitarla.

Harper no tenía un aspecto especialmente temible: contaba apenas dieciséis años de edad, no era muy alto ni muy fornido y no había en su figura nada que, visto desde cierta distancia, pudiese inspirar temor. Sin embargo, la mirada lobuna y penetrante de los ojos, que pocos podían mantener, hacía que hasta quienes le doblaban en edad se cuidaran de acercársele demasiado. Hay sujetos de los que emana un aroma de peligro que los sabios conocen y evitan y los necios persiguen embobados; tal era el aroma de Billy Harper.

A pesar de su corta edad, era un gran bebedor y tenía un carácter impredecible, tan variable como el golfo de Vizcaya, e igual de tormentoso. En un abrir y cerrar de ojos, podía pasar de reírse y bromear a arremeter contra el infeliz que tuviera la desgracia de estar más cerca.

La poca sensibilidad que poseía se la reservaba, por lo visto, a Brea, el negrísimo gato del barco. Extrañaba ver a un joven como él, tan lleno de furia y sombra, con el gato en el regazo, prodigándole de caricias y alimentándolo con parte de su propia ración de comida. El animal por su parte, le destinaba a Harper la misma fidelidad y, sin dejar de maullar y ronronear, le seguía los pasos allí donde fuera. 

Cuentos de Terror del Barco Negro, Chris Priestley, BREA

No hay comentarios:

Publicar un comentario