Apartamento
2ºB - Edificio de la Quinta Avenida de Brooklyn (por la tarde).
El apartamento entero estaba en silencio. Desde la pequeña cocina hasta
la puerta de entrada, cruzando todo el salón, se amontonaban los desiguales
restos de porquería en las esquinas y los rastros de comida se desperdigaban
irregularmente sobre la alfombra. El cubo de basura esta lleno hasta los topes
y alrededor descansaban varias botellas rotas de cristal que se habían salido
al no caber, y que nadie había pensado recoger. En medio de la sala había un
sillón largo y dos futones llenos de manchas y envejecidos por el tiempo,
colocados en dirección a la televisión. La mesa redonda del salón estaba
repleta de revistas y discos con música y películas, por no hablar de los cómics,
de los cuales había tantos que resbalaban hasta el suelo, donde caían y hacían
una nueva montaña.
Tirado en el sofá había un chico, de cabellos rubios claros,
despeinados, pero acabados en una especie de cresta al principio de la frente. Robbie
roncaba silenciosamente como solo saber hacer ciertos tipos de personas. Se
sabía que dormía porque su espalda, solo tapada por una ligera camiseta de
mangas rotas, se alzaba y descendía a un ritmo pausado e intermitente. Los
vaqueros ajustados que llevaba se habían rajado por las rodillas y un poco al
final, del rozamiento que hacían que los zapatos, los cuales no llevaba
puestos, dejando ver unos calcetines sucios y con agujeros de los cuales salían
los dedos de pie. Las botas del chico descansaban en el suelo, junto al sillón.
Si por él fuera podría seguiría durmiendo eternamente… eternamente…
eternamente…
-
¡ARRIBA! – la voz tronadora era de Deuce, que entraba de
prisa en el salón.
El chico parecía también acabar de despertarse, llevaba un despertador
en la mano y caminaba frenéticamente por el pasillo que iba a las habitaciones,
hasta su compañero del sofá. Tenía el pelo negro como el ébano y la piel solo
un tono más claro que el chocolate con leche. Sus ojos ámbar estaban histéricos
cuando llegaron hasta Robbie, que todavía dormitaba. Con una hábil patada,
consiguió echar a su amigo del sofá, haciendo que se estrellara contra el
suelo, produciendo un golpe sordo.
El rubio abrió los ojos súbitamente, de un color verde claro. Parecía
perplejo, al principio un poco confuso. Tardó unos segundos en recordar dónde
estaba y qué año era, y cuando lo hizo, volvió a apoyar la cabeza en el suelo
con la intención de continuar con su sueño. Eso provocó con Deuce se
impacientara todavía más y volviera a golpearle violentamente con el pie, antes
de seguir su carrera hasta la cocina, que comunicaba con el resto de la casa a
través de un gran ventana y la puerta. Esta vez, Robbie sí que se levantó, pero
cuando se puso en pie, se mareó y se sentó en el sillón.
Por el pasillo de las habitaciones aparecía una nueva figura. Andaba
haciendo eses del sueño que tenía. July tenía unas ligeras ojeras y llevaba una
camiseta tres tallas grande y la ropa interior. Su pelo, teñido entero de azul
eléctrico con una sola mecha rosa en el flequillo, estaba despeinado y se le
hacían algunos bucles en la parte de atrás. No era muy alta, pero como diría
Suzu, ‘’tenía todo bien puesto’’. Llegó a la mesa redonda sin estamparse con
nada y apoyó la cabeza en la superficie de cristal, esquivando los cómics.
-
¿Qué hora es? – preguntó con un hilo de voz.
-
¡Son las ocho de la tarde! – le gritó en contestación Deuce.
-
¿Y qué pasa?
-
¡Que tenemos la fiesta de Jack y su hermana!
-
¡Oh, vamos – Robbie parecía enfadado – pero si es a las
diez!
-
Tú no deberías hablar, ya que eres el que más tarde en
arreglarse – le dijo July con una sonrisa de oreja a oreja.
-
Anda, calla – el chico le lanzó un cojín que ella cogió al
vuelo con una carcajada.
-
¿A qué esperáis? ¡A ducharos! – les apremió Deuce, yendo
corriendo a su cuarto.
-
¡Me pido en la ducha de Robbie! – July salió corriendo en dirección
al cuarto del chico y entró por la puerta como una exhalación.
-
¡Eh, que es mi ducha! – Robbie salió a su carrera, pero
cuando llegó la chica ya estaba dentro del baño.
-
Venga, te prometo que no tardo mucho – se asomó por el marco
de la puerta con una sonrisa traviesa – Además, ya estoy desnuda.
-
Vale, pero es la última vez – dijo el chico intentando
ocultar su rubor.
July no había mentido respecto a su atuendo. Se metió en el cubículo de
la ducha y espero a que se pusiera el agua caliente. Empezó a acordarse de la
última vez que estuvo allí. Fue a la mañana siguiente de la noche en la que
Robbie y ella… Que supiera, dentro del grupo había habido solo una vez un
contacto carnal y fue esa. Ella solo tenía diecisiete años y Robbie veinte,
pero nada como el alcohol para hacerte que caigas en la cama de alguien. Esa
noche hacía ya dos años, pocos meses después de fundar el grupo, fue el
escenario del crimen…
Apartamento
2ºB (habitación de Robbie) – Hace cerca de dos años (de madrugada).
Robbie cerró la puerta de golpe y la puso contra ella para seguir
besándola atropelladamente. July agarró el final de la camiseta del chico y se
la quitó en un hábil movimiento. Él hizo lo mismo con la suya. La cogió en
volandas y la tumbó sobre la cama. July notaba el deseo en la venas y no se
opuso cuando Robbie le sujetó las muñecas contra el colchón y empezó a besarla
en el cuello. Se sentía como en una nube, igual que él. De alguna forma, él encontró el broche
de su ropa interior
July sentía un sudor frío por la espalda, sin embargo no quería que
parase. Al rato ya no quedaba ropa que quitar y la cama estaba echa un
revoltijo de sábanas y sudor. Los dos sentían el calor de la piel del otro, el roce,
unas simples caricias les habían puesto como una moto y ya no había quien les
detuviese. Ninguno pensaba, el alcohol y los cigarros actuaban por ellos.
Llevados por la necesidad y el capricho, ninguno se iba a arrepentir de aquello
jamás…
Apartamento
2ºB (habitación de Robbie) – ‘’Actualidad’’.
July salió del baño todavía con los recuerdos que había sacado del baúl.
Vio a Robbie allí tirado en la cama, roncando silenciosamente. Volvía a estar
dormido. Aprovechó esa oportunidad para vestirse sin que él se diera cuenta.
Cuando ya se había calzado hasta las botas, volvió a mirarlo. Ese colchón
guarda tantas cosas… Recordó por un momento furtivo la manera en la que él la
tocaba, su tacto y su olor… Se estremeció e intentó apartar esos pensamientos
de la cabeza.
Miró alrededor en busca de algo con lo que poder despertar a su amigo.
Vio un pequeño casette en la estantería. Rápidamente metió el CD de Avenged
Sevenfold, y lo colocó en la oreja de Robbie. Se alejó unos pasos y con el
mando a distancia le dio al play. Los siguientes segundos los pasó deleitándose
al ver cómo Robbie saltaba de la cama de un respingo y caía al suelo. Reía a
carcajada suelta sin poder contenerse. Cuando su amigo fue consciente de lo que
pasaba, la miró y dejó caer los hombros con una sonrisa cansada.
-
¿Esa es tu forma de decirme que ya puedo ducharme? –
preguntó con voz dulce.
-
Sí, y también te he cogido una camiseta ¿vale? – July
sonreía claramente satisfecha.
El chico se fijó mejor en su ropa. Llevaba su camiseta de American Dad
anudada a la cintura dejando ver su vientre plano y su tatuaje de la carita
roja del video de Have a Nice Day de Bon Jovi. Llevaba unos shorts rotos
vaqueros, como gastados de la lejía. Unas medias de rejillas de hacía aún más
largas sus piernas y las botas militares con la plataforma de tres centímetros
de tacos. El pelo lo llevaba recogido en una trenza desecha y la mecha del
flequillo brillaba a la luz de atardecer que entraba por la ventana de la
habitación. Se había puesto abundante maquillaje, ecepto en los labios, donde
solo llevaba un ligero brillo color carne que le sentaba infinitamente mejor
que si se los hubiera pintado de rojo pasión.
-
Arrebatadora – dijo Robbie con una sonrisa burlona.
-
Sí, ya te gustaría hincarme el diente, capullo – July se fue
del cuarto con una carcajada.
Mientras caminaba por el pasillo, la chica se felicitaba por la decisión
que había tomado de unirse al grupo. Recordó cuando les dijo a sus padres que
se mudaba a la otra punta del país con tres chicos mayores que ella, cuando tenía
solo diecisiete años. Ellos no conocían a esos tres figuras, pero se esperaban
lo peor. Y, sí, era cierto que habían consumido sustancias prohibidas y se
emborrachaban sin cortarse un pelo, pero se lo pasaban muchísimos mejor. También
recordaba el día en que vio el anuncio de una audición de una guitarra-voz para
un grupo de rock. Acudió al garaje que dictaba la cita y en seguida se llevaron
genial. Pero si de verdad querían una oportunidad había que dejar Montana e
irse a un sitio con mejores posibilidades. Algo como la gran Nueva York.
Pero Robbie era un caso a parte. A pesar de todo lo que había pasado,
nunca se había planteado de verdad que hubiera algo entre ellos. Y no era por
falta de ganas, pues el chico era guapo como él solo y encantador. Era el miedo
a que pasara algo. Algo que pudiera ocasionar la separación del grupo. O que
ellos se pelearan y no quisieran volver a verse, entonces ¿Qué harían? No podía
hacerles eso al resto de chicos. Y además sabía que Robbie solo la veía como
una amiga, una hermana pequeña o algo así. No, definitivamente no iba a
estropear lo que ahora tenía, y esa era la misma la razón por la cual, nunca le
diría que aquella noche en la que dejaron llevar era muy especial. Pues había
sido su primera vez.
Dios Julia como no sigas te prometo que voy a tu casa estés donde estés y te rajo, vale? ;)
ResponderEliminarPor favor sigue que esta muy interesante!!
Te quiero!
no te preocupes xDDD seguiré intentaré subir el siguiente antes del domingo xD
EliminarYo también Patxi xD
Muchas Gracias, espero que pueda seguir leyendo, haber si no te aburres de escribir como el que hiciste en el otro blog xDD
ResponderEliminarMe alegro de que hayas respondido a mi mensaje anterior, adiós!