jueves, 21 de junio de 2012

Cuatro Billetes Manchados de Sangre


Apartamento 2ºB - Edificio de la Quinta Avenida de Brooklyn (por la tarde).
El apartamento entero estaba en silencio. Desde la pequeña cocina hasta la puerta de entrada, cruzando todo el salón, se amontonaban los desiguales restos de porquería en las esquinas y los rastros de comida se desperdigaban irregularmente sobre la alfombra. El cubo de basura esta lleno hasta los topes y alrededor descansaban varias botellas rotas de cristal que se habían salido al no caber, y que nadie había pensado recoger. En medio de la sala había un sillón largo y dos futones llenos de manchas y envejecidos por el tiempo, colocados en dirección a la televisión. La mesa redonda del salón estaba repleta de revistas y discos con música y películas, por no hablar de los cómics, de los cuales había tantos que resbalaban hasta el suelo, donde caían y hacían una nueva montaña.

Tirado en el sofá había un chico, de cabellos rubios claros, despeinados, pero acabados en una especie de cresta al principio de la frente. Robbie roncaba silenciosamente como solo saber hacer ciertos tipos de personas. Se sabía que dormía porque su espalda, solo tapada por una ligera camiseta de mangas rotas, se alzaba y descendía a un ritmo pausado e intermitente. Los vaqueros ajustados que llevaba se habían rajado por las rodillas y un poco al final, del rozamiento que hacían que los zapatos, los cuales no llevaba puestos, dejando ver unos calcetines sucios y con agujeros de los cuales salían los dedos de pie. Las botas del chico descansaban en el suelo, junto al sillón. Si por él fuera podría seguiría durmiendo eternamente… eternamente… eternamente…

-          ¡ARRIBA! – la voz tronadora era de Deuce, que entraba de prisa en el salón.

El chico parecía también acabar de despertarse, llevaba un despertador en la mano y caminaba frenéticamente por el pasillo que iba a las habitaciones, hasta su compañero del sofá. Tenía el pelo negro como el ébano y la piel solo un tono más claro que el chocolate con leche. Sus ojos ámbar estaban histéricos cuando llegaron hasta Robbie, que todavía dormitaba. Con una hábil patada, consiguió echar a su amigo del sofá, haciendo que se estrellara contra el suelo, produciendo un golpe sordo.

El rubio abrió los ojos súbitamente, de un color verde claro. Parecía perplejo, al principio un poco confuso. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba y qué año era, y cuando lo hizo, volvió a apoyar la cabeza en el suelo con la intención de continuar con su sueño. Eso provocó con Deuce se impacientara todavía más y volviera a golpearle violentamente con el pie, antes de seguir su carrera hasta la cocina, que comunicaba con el resto de la casa a través de un gran ventana y la puerta. Esta vez, Robbie sí que se levantó, pero cuando se puso en pie, se mareó y se sentó en el sillón.

Por el pasillo de las habitaciones aparecía una nueva figura. Andaba haciendo eses del sueño que tenía. July tenía unas ligeras ojeras y llevaba una camiseta tres tallas grande y la ropa interior. Su pelo, teñido entero de azul eléctrico con una sola mecha rosa en el flequillo, estaba despeinado y se le hacían algunos bucles en la parte de atrás. No era muy alta, pero como diría Suzu, ‘’tenía todo bien puesto’’. Llegó a la mesa redonda sin estamparse con nada y apoyó la cabeza en la superficie de cristal, esquivando los cómics.

-          ¿Qué hora es? – preguntó con un hilo de voz.
-          ¡Son las ocho de la tarde! – le gritó en contestación Deuce.
-          ¿Y qué pasa?
-          ¡Que tenemos la fiesta de Jack y su hermana!
-          ¡Oh, vamos – Robbie parecía enfadado – pero si es a las diez!
-          Tú no deberías hablar, ya que eres el que más tarde en arreglarse – le dijo July con una sonrisa de oreja a oreja.
-          Anda, calla – el chico le lanzó un cojín que ella cogió al vuelo con una carcajada.
-          ¿A qué esperáis? ¡A ducharos! – les apremió Deuce, yendo corriendo a su cuarto.
-          ¡Me pido en la ducha de Robbie! – July salió corriendo en dirección al cuarto del chico y entró por la puerta como una exhalación.
-          ¡Eh, que es mi ducha! – Robbie salió a su carrera, pero cuando llegó la chica ya estaba dentro del baño.
-          Venga, te prometo que no tardo mucho – se asomó por el marco de la puerta con una sonrisa traviesa – Además, ya estoy desnuda.
-          Vale, pero es la última vez – dijo el chico intentando ocultar su rubor.

July no había mentido respecto a su atuendo. Se metió en el cubículo de la ducha y espero a que se pusiera el agua caliente. Empezó a acordarse de la última vez que estuvo allí. Fue a la mañana siguiente de la noche en la que Robbie y ella… Que supiera, dentro del grupo había habido solo una vez un contacto carnal y fue esa. Ella solo tenía diecisiete años y Robbie veinte, pero nada como el alcohol para hacerte que caigas en la cama de alguien. Esa noche hacía ya dos años, pocos meses después de fundar el grupo, fue el escenario del crimen…


Apartamento 2ºB (habitación de Robbie) – Hace cerca de dos años (de madrugada).
Robbie cerró la puerta de golpe y la puso contra ella para seguir besándola atropelladamente. July agarró el final de la camiseta del chico y se la quitó en un hábil movimiento. Él hizo lo mismo con la suya. La cogió en volandas y la tumbó sobre la cama. July notaba el deseo en la venas y no se opuso cuando Robbie le sujetó las muñecas contra el colchón y empezó a besarla en el cuello. Se sentía como en una nube, igual  que él. De alguna forma, él encontró el broche de su ropa interior

July sentía un sudor frío por la espalda, sin embargo no quería que parase. Al rato ya no quedaba ropa que quitar y la cama estaba echa un revoltijo de sábanas y sudor. Los dos sentían el calor de la piel del otro, el roce, unas simples caricias les habían puesto como una moto y ya no había quien les detuviese. Ninguno pensaba, el alcohol y los cigarros actuaban por ellos. Llevados por la necesidad y el capricho, ninguno se iba a arrepentir de aquello jamás…


Apartamento 2ºB (habitación de Robbie) – ‘’Actualidad’’.
July salió del baño todavía con los recuerdos que había sacado del baúl. Vio a Robbie allí tirado en la cama, roncando silenciosamente. Volvía a estar dormido. Aprovechó esa oportunidad para vestirse sin que él se diera cuenta. Cuando ya se había calzado hasta las botas, volvió a mirarlo. Ese colchón guarda tantas cosas… Recordó por un momento furtivo la manera en la que él la tocaba, su tacto y su olor… Se estremeció e intentó apartar esos pensamientos de la cabeza.

Miró alrededor en busca de algo con lo que poder despertar a su amigo. Vio un pequeño casette en la estantería. Rápidamente metió el CD de Avenged Sevenfold, y lo colocó en la oreja de Robbie. Se alejó unos pasos y con el mando a distancia le dio al play. Los siguientes segundos los pasó deleitándose al ver cómo Robbie saltaba de la cama de un respingo y caía al suelo. Reía a carcajada suelta sin poder contenerse. Cuando su amigo fue consciente de lo que pasaba, la miró y dejó caer los hombros con una sonrisa cansada.

-          ¿Esa es tu forma de decirme que ya puedo ducharme? – preguntó con voz dulce.
-          Sí, y también te he cogido una camiseta ¿vale? – July sonreía claramente satisfecha.

El chico se fijó mejor en su ropa. Llevaba su camiseta de American Dad anudada a la cintura dejando ver su vientre plano y su tatuaje de la carita roja del video de Have a Nice Day de Bon Jovi. Llevaba unos shorts rotos vaqueros, como gastados de la lejía. Unas medias de rejillas de hacía aún más largas sus piernas y las botas militares con la plataforma de tres centímetros de tacos. El pelo lo llevaba recogido en una trenza desecha y la mecha del flequillo brillaba a la luz de atardecer que entraba por la ventana de la habitación. Se había puesto abundante maquillaje, ecepto en los labios, donde solo llevaba un ligero brillo color carne que le sentaba infinitamente mejor que si se los hubiera pintado de rojo pasión.

-          Arrebatadora – dijo Robbie con una sonrisa burlona.
-          Sí, ya te gustaría hincarme el diente, capullo – July se fue del cuarto con una carcajada.

Mientras caminaba por el pasillo, la chica se felicitaba por la decisión que había tomado de unirse al grupo. Recordó cuando les dijo a sus padres que se mudaba a la otra punta del país con tres chicos mayores que ella, cuando tenía solo diecisiete años. Ellos no conocían a esos tres figuras, pero se esperaban lo peor. Y, sí, era cierto que habían consumido sustancias prohibidas y se emborrachaban sin cortarse un pelo, pero se lo pasaban muchísimos mejor. También recordaba el día en que vio el anuncio de una audición de una guitarra-voz para un grupo de rock. Acudió al garaje que dictaba la cita y en seguida se llevaron genial. Pero si de verdad querían una oportunidad había que dejar Montana e irse a un sitio con mejores posibilidades. Algo como la gran Nueva York.

Pero Robbie era un caso a parte. A pesar de todo lo que había pasado, nunca se había planteado de verdad que hubiera algo entre ellos. Y no era por falta de ganas, pues el chico era guapo como él solo y encantador. Era el miedo a que pasara algo. Algo que pudiera ocasionar la separación del grupo. O que ellos se pelearan y no quisieran volver a verse, entonces ¿Qué harían? No podía hacerles eso al resto de chicos. Y además sabía que Robbie solo la veía como una amiga, una hermana pequeña o algo así. No, definitivamente no iba a estropear lo que ahora tenía, y esa era la misma la razón por la cual, nunca le diría que aquella noche en la que dejaron llevar era muy especial. Pues había sido su primera vez.

3 comentarios:

  1. Dios Julia como no sigas te prometo que voy a tu casa estés donde estés y te rajo, vale? ;)
    Por favor sigue que esta muy interesante!!
    Te quiero!

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    1. no te preocupes xDDD seguiré intentaré subir el siguiente antes del domingo xD
      Yo también Patxi xD

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  2. Muchas Gracias, espero que pueda seguir leyendo, haber si no te aburres de escribir como el que hiciste en el otro blog xDD
    Me alegro de que hayas respondido a mi mensaje anterior, adiós!

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