sábado, 30 de junio de 2012

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 2


Furgoneta del grupo – Royal Street, Brooklyn (por la noche).
Conforme más se acercaba el vehículo a la esquina de la zapatería, más se dibujaba la figura de Suzu. Estaba apoyado en una farola y fumaba tranquilamente. Tenía el pelo teñido de lila despeinado y las ropas descolocadas. Una bolsa gastada descansaba plácidamente a su lado. Suzu siempre había sido un chico difícil. Por lo que se sabía, sus padres lo habían tenido metido en distintos internados a lo largo de toda su vida, mientras ellos se iban de viaje por el mundo. Desde siempre había sido muy anti-social, no hacía amigos. Sus profesores decían que se pasaba todo el tiempo mirando a los demás, observándolos. Sin embargo, nunca se acercaba a nadie. Creían que su problema era falta de afecto.

Pero no era así. Él simplemente era complicado. A los doce años se escapó por primera vez y tardaron una semana en encontrarlo. Se había puesto a trabajar de camarero en un pub de las calles más turbias y no se pudo hallar al responsable de haberlo contratado allí. A los catorce se echó al tabaco y a la peleas. A la mínima le soltaba un guantazo a alguien. Pero no importaba cuantas veces se le castigara o incluso se le encerrara, porque volvería a escaparse y a batirse con otros estudiantes. A los dieciséis años lo llevaron a un público normal y dejaron que viviese a su aire en un piso que sus padres le pagaban. Allí conoció a Robbie. Era un chaval normal, ni bueno ni malo, pero en seguida le dio buenas vibraciones. Quedaban para escuchar música, se pasaban cómics y los dos empezaron a interesarse por sus respectivos instrumentos por aquella época. Cuando terminaron el bachillerato y se graduaron, decidieron formar una banda.

Deuce tenía dos años menos cuando Suzu lo contrató para que le limpiara la casa. Solo era un adolescente más que necesitaba dinero o eso creía él. Hasta esa noche en la que le contó que acababa de dejar el instituto y que se había peleado con sus padres. El anfitrión le dijo que podría quedarse todo el tiempo que quisiera. Deuce no tardó que enseñarle su batería y demostrarle su habilidad. A Robbie y a Suzu les interesó en seguida. Unos años después de búsqueda, decidieron poner carteles para cualquier voz que estuviera interesado en participar en su proyecto y así llegó July.

Y esa era la historia del misterioso teclado del grupo llamado Cuatro Billetes Manchados de Sangre. Aquel chico que miraba la calle oscura con expresión curiosa en sus ojos grandes como zafiros azules, adornados con sus larguísimas pestañas que cualquiera habría envidiado. No era lo que se dice guapo pero había algo tan atrayente en él… Todas las chicas le adoraban, incluso cuando él las rechazaba. Era borde con casi todo el mundo, pero los que le conocían bien podían ver a través de esa carcasa de seriedad y niebla. Podían ver su auténtica sonrisa. Y cuando una chica la descubriera se enamoraría de verdad de él.

La furgoneta con el nombre del grupo garabateado en spray se paró frente a él para que pudiera subir. Cuando los vio, cogió su bolsa por el asa y se dirigió con tranquilidad a la puerta del coche. La abrió y se dejó caer en el asiento del copiloto, al lado de Deuce, que conducía.

-          ¿Dónde acabaste anoche, Casanova? – le preguntó July desde atrás con una mueca burlona.

La chica estaba medio recostada contra la pared y apoyaba las piernas en el regazo de Robbie, al que no parecía importarle esa posición. Acariciaba desinteresadamente la pierna de ésta mientras ojeaba una revista de ropa que había encontrado en el hueco de la puerta. Solo despegó la vista de su lectura para saludar a su amigo y hacerle un gesto de cabeza. Cuando Suzu hubo cerrado la puerta, continuaron la marcha.

-          Es cierto – apuntó Deuce – no volviste al piso después de lo del Dumort.
-          Bueno – Suzu echó la colilla sobrante del cigarro por la ventana y sonrió con suficiencia -. Yo estaba un poco ciego cuando dieron las tres de la noche. No podía volver en la furgo, puesto que vosotros aún estabais dándole a la fiesta. Así que me fui con la pesada que había estado toda la noche dándome el coñazo. Pero no os confundáis – añadió al ver las miradas cómplices de sus compañeros de la parte de atrás del coche -. No pasó nada de eso.
-          ¿Y entonces? – preguntó Deuce sin apartar los ojos color miel de la calzada.
-          Pues llegué allí y usé el truco de Barney Stinson. Me hice el dormido en el sofá.
-          ¿Y no te echó de su casa?
-          ¿Por qué iba a hacerlo? Los dos salimos ganando. Esa pobre diabla puede chulear delante de sus amigas de que un chico ha pasado la noche en su casa y yo tuve un sofá súper cómodo donde pasar la noche calentito y con buenos cuidados. Aun que no fuera lo que ella esperaba en un principio.

Deuce dio una última volantada para aparcar el coche y quitó la llave. July asomó la cabeza por la ventana. El cielo ya estaba completamente negro y se veían las estrellas mejor que en cualquier calle. Al bajar del coche, advirtió que lo que sus botas tocaban no era asfalto. Era arena, estaban en la playa. Cerca de la orilla había una pequeña hoguera con un corro de gente alrededor. A lo mejor eran quince personas las que estaban calentándose tontamente a pesar del calor que hacía de Junio. Desde allí, July pudo distinguir a Jack y a su hermana, Lydia.

-          ¿Era una fiesta en la playa? – preguntó Robbie cerrando la puerta tras de sí.
-          Eso es, nadie no ha dicho nada – le apoyó July – ni siquiera tengo bañador.
-          ¿Cómo podéis ser tan retrasados? – Deuce se tiraba de los pelos – ¡Llevo diciéndoos durante toda la semana que la fiesta es en la playa y vosotros con la mierda de consola no os enteráis joder!

En ese momento una chica se acercó corriendo desde la hoguera hasta el coche. Llevaba un bikini de color verde con unos shorts de tela encima y una botella de Jack Daniels en la mano derecha. Tenía el pelo rubio platino con mechas rosas y los ojos color negro. Fue hasta ellos y se lanzó en un abrazo a July. La cual nunca terminaría de acostumbrarse a la efusividad de su amiga. Respondió al abrazo de Lydia no muy convencida.

-          Hola – dijo July -, la verdad es que no sabíamos que…
-          Shhh – le indicó ésta -. Da igual, ahora nos apañaremos pero primero ven que quiero hablarte de algo.

Lydia la cogió del brazo y la arrastró hasta un sitio más alejado, no sin antes saludar de la misma forma cariñosa a los tres chicos, que se quedaron descargando cosas y ayudando a llevar hamacas. Cuando estuvieron solas, Lydia le dio un bikini negro para que se lo pusiera y aprovechando la oscuridad de su escondinte se lo puso mientras su amiga empezaba a contarle lo que tanto había querido decirle antes.

-          He encontrado al chico perfecto para ti – le soltó de golpe, lo que casi provoca que July se caiga al suelo cuando intentaba ponerse la parte de abajo del bañador.
-          Ya hablamos de eso, tienes que dejar de intentar buscarme novio.
-          Pero es que este te va a encantar – July suspiró y Lydia siguió contando -. Se llama Max. Tiene un año menos que tú, pero de verdad de la buena que no lo aparenta para nada. Parece de la edad de Suzu por lo menos. Escribe un libro y su padre está forrado.
-          De verdad que no me interesa.
-          No me dirás eso cuando veas los ojazos que tiene.
-          No quiero a tu yogurín forrado con apariencia adulta.
-          ¿Es por Robbie?
-          ¿Robbie? ¿Qué dices? – preguntó July evitando mirarla a la cara.

¿Tanto se le notaba? Un segundo, ¿tenía que notarse algo? ¿No se había dicho ya que Robbie era solo un amigo? Otra vez se le venía a la mente el cuarto del chico. Las sábanas por todas partes. ¿Qué le pasaba? Se sonrojaba solo de pensarlo. ¿Desde cuándo le pasaba eso? ¿En serio le pasaba algo? Claro que sí, solo había que medirle el pulso. Pero hasta que había entrado en el cuarto del chico no le pasaba nada… ¿o sí?

-          No sé, parece que hay algo de tensión sexual entre vosotros desde eso…
-          No digas tonterías – contestó July sonrojada hasta la sorejas.
-          ¡Perfecto, entonces puedes conocer a Max!
-          ¡No, espera…!

Pero Lydia ya la estaba agarrando hacia la hoguera donde sus amigos ya se habían acomodado. Su amiga la llevó a uno de los extremos y un chico se levanto y empezó a ir hacia ellas. Era bastante alto, un poco menos que Robbie, pero más que July. Tenía la piel pálida y el pelo negro azabache, sin embargo no parecía teñido. A pesar de su palidez, era muy guapo. Tenía los ojos azules oscuros como zafiros y una media sonrisa que habría hecho caer a cualquier chica. Iba con una camiseta de tirantes negra que le favorecía mucho y un bañador de cuadros en distintos tonos de gris. Llevaba las manos en los bolsillos e iba descalzo.

Por un momento el pulso de July se paró y casi no notó que Lydia le ponía las manos en los hombros. Ese chico era tan interesante. July sacudió la cabeza casi imperceptiblemente. ¿Pero qué le pasaba? Ni siquiera sabía lo que le pasaba con Robbie, para andar fijándose en otros chicos. Decidió que debería mantener la cabeza fría y así lo hizo. Pero el chico hizo algo que la cogió por sorpresa. Se acercó y le dio dos besos en las mejillas a la europea. Se sonrojó inevitablemente. Nadie allí hacía eso, ¿qué pretendía? El corazón le latía a un ritmo rápido. ¿Qué demonios tenía ese chico?

-          Hola, me llamo Max – fue lo único que dijo.

1 comentario:

  1. oye tienes que seguir!!
    y haber si tambien sigues con los del ascensor que estaban tambien muy chulos!
    :)

    ResponderEliminar