domingo, 10 de junio de 2012

Entrenados Para Matar Capitulo 2


Narel respiraba jadeante dentro del armario del conserje. Había tenido que huir de Darío durante media hora como mínimo, finalmente el chico se cansó y se fue gruñendo a su cuarto. Narel se sentó en el suelo y se puso una mano en el corazón, que le latía compulsivamente. Se estaba arrepintiendo de haber lanzado esa zapatilla desde que vio volverse a su enemigo y su mente le dijo ‘’corre’’. Pero ahora, la sensación de culpa se hacía más fuerte. Se permitió unos segundos de reflexión.

Darío, un chico arisco, borde y hostil. No podía ser peor. Pero por otra parte no te hace nada si no te acercas. Es como una avispa, sin embargo no por ser como son, se mata a las avispas. Ella mejor que nadie, sabía que era inútil intentar cambiar a Darío. Los hombres de la base se lo llevaban muchas veces mientras los otros jugaban. Le preguntaban por qué no le gustaban los demás niños y él nunca respondió. Ella solía estar pendiente de cuando salía y se acercaba, pero cuando se hartó de ser rechazada, lo dio por un caso perdido. Por un lado le daba pena y por el otro, le ponía enferma. Pero ahora sentía que debía resolverlo, así que se puso en marcha hasta el cuarto del chico.

Narel estaba en frente de la puerta metálica de su compañero herido, y se quedó allí hasta que encontró el valor suficiente para tocar. Se oyó una maldición, unos pasos y luego se abrió la puerta. El chico tenía el pelo revuelto y la misma camiseta gris, pero por unos segundos no tenía en su rostro la expresión de enfado de siempre. Por unos milagrosos segundos, la chica pudo ver la sensación de sorpresa de Darío, y se encontró pensando, que no era nada feo, muy guapo si apuramos. Interesante, más que guapo. Adri era guapo, pero este chico tenía un aire… ¿perezoso? Sí, muy interesante. Sin darse cuenta se había quedado embobada mirándolo.

-          ¿Qué quieres? – dijo Darío con el mismo tono de siempre.
-          Yo… esto, quería disculparme, he perdido los nervios – Narel alzó una bolsa con hielo que había cogido de camino, cuando pasó por la cocina – Te he traído esto.
-          Gracias – el chico cogió el hielo con desconfianza y cuando se lo puso en la nariz, la chica pudo ver el color azul en el dorso de su mano.
-          ¿Eso es pintura? ¿Estas pintando? – Narel se coló entre el hueco de la puerta, por debajo del brazo del chico.
-          ¡Espera! – Pero ya era tarde, Narel lo había visto.

La chica estaba contemplando la habitación de su compañero pasmada. Estaba llena de lienzos, pinturas, caballetes y paletas. El suelo tenía manchas de pintura y las paredes también. Pero eso no era lo que más le impresionaba, sino los cuadros en sí. Eran de una profundidad deliciosa, como si te dejaras caer al interior del paisaje y pudieras perderte entre sus matorrales rosas y sus mares verdes. Casi todo eran paisajes, una calle lluviosa, una playa al atardecer, Un cielo surcado por un carro de caballos lilas con alas <<¡Pegasos!>>. Narel seguía flipando, cuando la voz del pintor la interrumpió.

-          No se lo puedes contar a nadie.
-          ¿Todos estos son tuyos? – Narel se acercaba a unos y a otros -. ¿De donde sacas las ideas?
-          Supongo que es como me gusta imaginarme el mundo.
-          ¿Por eso nunca quieres ver las películas de la sala y esas cosas? – Darío asintió - ¿Y quien te ha dado todo esto?
-          Se lo pedí expresamente al jefe.
-          Ya veo – susurró Narel, mientras seguía acariciando un lienzo seco en el que había dibujado en castillo al borde de un acantilado.

En ese momento, se escuchó por megafonía el aviso de que debían presentarse inmediatamente en la sala de reuniones, se iba a asignar una misión, la primera. Narel y  Darío dieron un respingo y se miraron incrédulos. A la velocidad de la luz, los dos salieron del cuarto y corrieron al lugar de citación. Ya estaban todos allí. Osman y Alex les miraron extrañados, al ver que venían juntos, pero no dijeron nada, porque el jefe acababa de entrar en la sala y la atención de centraba ahí.

-          Hola, chicos. Sí, habéis oído bien, se va a encargar la primera misión – Por si los chicos no estaban suficiente nerviosos ya, esa confirmación les abrió aún más los párpados.
-          ¿Va-vamos a salir? – Adri estaba muy inquieto, no se lo creía.
-          Sólo algunos de vosotros, en concreto… - Tragó saliva y espero a que todos se callaran del todo – Narel y Anastasia.
-          ¡¿QUÉ?! – dijeron todos a la vez.
-          ¡No es justo! – gritó Baako.
-          ¡Los demás también queremos salir! – dijo Akane.
-          ¡Llevamos dieciséis años aquí encerrados! – dijo Adri, fuera de sí.

Adriano miró un segundo a Anastasia y al ver que no decía nada ni protestaba, la miró furioso y se fue dando un portazo. Todos se quedaron quietos. El jefe dijo que al día siguiente explicaría los detalles, cuando los humos estuviesen un poco más bajos. Cuando todos se fueron, Anastasia seguía allí. No podía quitarse de la cabeza aquella mirada que le había dirigido Adri. Ni si quiera pensaba en la misión.

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