Después de dar el portazo con el que acabó la charla de convocatoria de
la misión, Adri caminaba a paso rápido por el pasillo. Estaba furioso, no se
podía creer que no fuer a salir, y es que, aun que no se lo hubiera dicho a
nadie, se moría por salir de ese lugar. Después de ver tantas películas y
tantos documentales. Tantas horas viendo como sería el mundo. Había soñado todo
ese tiempo con el día que fueran a asignar la primera misión. Desde que oyó el
anuncio de la reunión por megafonía, había sentido ese cosquilleo en las venas
de la emoción. Había notado el sudor de sus manos y se había mordido el labio
unas mil veces.
Por eso se derrumbó de esa forma cuando no dijeron su nombre. Se sintió
tan ridiculizado… Pero sí habían cogido a Anastasia, a su Tani, su mejor amiga
desde siempre. No podía evitar enfadarse, no era culpa de su amiga, y él so sabía, pero en ese
momento no había pensado racionalmente. Llegó a su cuarto y se echó sobre la
cama tras cerrar la puerta. Pasaron cinco minutos en completo silencio hasta
que por megafonía anunciaron la hora de comer. No pensaba levantarse ni para
comer ni para cenar. Ya cogería algo de su reserva particular. No sabría decir
cuanto tiempo pensaba quedarse en su cuarto, solo sabía que no quería ver a
nadie.
Así pasaron las siguientes horas. Adri tocó un poco el bajo, alguna que
otra canción de Linkin Park y Offspring. Estuvo dibujando, pero no le salía
nada bien. Comió un par de bolsas de patatas y se bebió una coca cola. Todo ese
tiempo estuvo pensando en Tani, en concretos momentos tuvo el impulso de ir a
disculparse por todo, pero se acordaba de la misión y se le quitaban las ganas
de salir. Al caer la noche, después de que dieran la señal de cenar, estaba tan
enfadado consigo mismo por no aclararse que hasta le daba rabia su ropa, así
que fue a ducharse. Cuando salió y estaba terminando de vestirse no se sentía
mejor en absoluto. Se sentó en la cama y se quedó quieto, hasta que sonó el
llamar a la puerta de su cuarto.
Abrió y se encontró a su mejor amiga con un albornoz y los cabellos
mojados. Se ve que acababa de ducharse, y se le veía el pijama, por entre el
cierre de la prenda. Anastasia tenía una expresión de tristeza y nervios que no
podía con ella. Se la veía pequeña y desamparada, como la mirada de una niñita
que acaba de descubrir que Santa Claus no existe. Con la cabeza alzada para
mirar a su amigo, ya que le sacaba por lo menos treinta centímetros. Una
sensación oprimió el pecho de Adri y le dieron unas ganas terribles de abrazas
a su amiga. Iba a decir algo, pero ella le calló con el dedo.
-
No digas nada ¿vale? Déjame hablar a mí – Tani parecía
nerviosa, a punto de sufrir un ataque -. Sé… sé que antes debería haberle dicho
algo al jefe, si no lo hice fue por-porque apenas podía moverme del sitio. Y-yo
solo quería que… - tenía los ojos húmedos y miraba al pecho de su amigo, para
no tener que mirarlo a la cara -. Quiero que nuestra primera misión sea juntos
y… y… - una densa lágrima le cayó por la mejilla -. Y sé que tienes todo el
derecho del mundo a enfadarte pero… pero… por favor…
Adri ya no lo resistió más y cogió a su amiga y se estrechó con fuerza
contra él. Tani emitió una exclamación ahogada al principio, pero luego le
abrazó también, pasó los brazos por el cuello de su amigo y lloró
silenciosamente en el ángulo del hombro del chico. Porque si Adri lo había
pasado mal, Anastasia había llorado de impotencia, pero lo que Adriano no sabía
era lo que ella sentía. Tani ya había aceptado hace mucho tiempo que estaba
enamorada de él. Le encantaba todo en él, todo. Había creído morirse cuando la
miró de esa manera tan fría. Pensó que ya lo había perdido y realmente quiso
desfallecer. Ella tampoco había ido a comer en todo el día, y solo se había
atrevido a salir para intentar arreglar las cosas.
Adri cogió a su amiga en brazos y la sentó en su cama. Él se arrodilló en
frente y apoyó los brazos a ambos lados de las piernas de Tani. Ahora era él el
que la miraba desde abajo. Sonreía tristemente y le secó una lágrima a su
amiga, que estaba medio colorada con los ojos llorosos y el albornoz se le
resbalaba del hombro. Adri se lo subió y empezó a hablar.
-
Quiero que te quites de la cabeza todo lo que me has dicho
antes de acuerdo – Tani iba a protestar, pero él le hizo un gesto para que
guardara silencio -. Me comporté como un capullo, me dejé llevar por mi enfado.
Tú no tienes ninguna culpa, yo descargué mi enfado sobre ti si pensar, tú no te
lo merecías en absoluto. Soy yo el que tiene que disculparse ¿de acuerdo? Y
ahora, ¿me perdonarás por tratarte tan mal, a pesar de ser mi mejor amiga, y
por algo que no era culpa tuya?
Tani se había quedado pasmada con lo que le decía su amigo. Había
llegado allí pensando que era ella la que tenía que disculparse y ahora él decía
eso. Asintió energéticamente con la cabeza y sonrió un poco, derramando una última
lágrima. Su amigo también sonreía. Cada vez le gustaba más. Se lanzó contra Adri
y él volvió a abrazarla con fuerza. Estar de esa manera entre sus brazos era
como un paraíso y hacía que su corazón palpitara con muchísima fuerza. Cerró
los ojos dejó que el pelo de su amigo le hiciera cosquillas en su cuello. Y ese
olor… olía tan bien, olía como a canela y a menta, de la pasta de dientes. Tani
se separó un momento de él y le dijo:
-
Una sola cosa más, Adri – tragó saliva -. La reunión es esta
noche y quiero que vengas conmigo.
-
De acuerdo – el chico sonreía muy a su pesar, volvía a
estrechar a su amiga y se dio un casi imperceptible beso en el cuello, que a
Anastasia no le pasó inadvertido.
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