Akane salió de la ducha y cogió una toalla de la percha. Se la enrolló
sobre el torso, aunque no era muy larga, solo le llegaba un poco más del
comienzo de los muslos. Pero ahora nadie iba a verla así que se conformó. Salió
del cuarto de baño y se encontró con su habitación. Muy diferente del baño, tan
blanco pulido y transparente. Su cuarto era un cuadrado de cuatro metros
cuadrados de paredes metálicas y suelo a conjunto, como el resto de los chicos.
Abrió su armario y cogió unos leguins negros y una camiseta gris de manga
lasisa. Se pasó por el baño una vez más para peinarse y calzarse las botas de
cuero, luego salió del cuarto.
En cuanto cerró la puerta se empezó a escuchar por los altavoces de la
base el himno que los despertaba todos los días, sonrió con suficiencia, su
reloj biológico volvía a funcionar otro día más. Empezó a andar en dirección a
la cocina, pero fue lentamente, observándolo todo, como hacía cada día desde
que nació, esperando a que algo cambiase. Se preguntó si de verdad funcionaría
el programa una vez estuviesen en la arena. Todos los días lo probaban y
siempre con buenos resultados, pero ella quería salir. Y por suerte los
domingos les dejaban a su aire, y ese era uno de esos días.
Por fin llegó a la cocina, era un cuarto lleno de cacharros
profesionales que ninguno sabían usar, con una mesa metálica en medio, con diez
sillas a cada lado, pero cada uno se sentaba donde pillaba. Ya estaban allí
todos sus compañeros. La mayoría aún estaban en pijama. Solo se habían vestido
Wendy, Darío, Baako y Adri, cosa que era raro en él, ya que casi todas las
mañanas aparecía en calzones. Akane saludó cordialmente y se sentó en una silla
donde había una tostada y un vaso de leche.
Alex estaba tan soñoliento con se metió la tostada en el ojo, se fue
chillando y corriendo al baño mientras se escuchaban las risas de casi todos
los demás. Akane incluso sonrió un poquito.
-
Adri, ¿Cómo es que hoy te has vestido? – le preguntó Narel.
-
Es que ayer – el chico tenía una mueca teatral de tragedia –
me llamó el jefe y me dijo que no podía ir desnudo por la base, dice que no es
profesional. Peleé por mis derechos pero amenazó a todos con quitarnos la
consola así que… me sacrifiqué por el grupo.
-
Tío – Osman le puso una mano en el hombro – eres un héroe.
Los chicos soltaron una carcajada, la chocaron y anunciaron que se iban
a la sala. Anastasia se fue con ellos, ya que había terminado. Akane se fijó en
Wendy, estaba leyendo, le tenía envidia en eso, ella leía mucho pero no sería
capaz de concentrarse en un ambiente lleno de gente. Los demás no tardaron
mucho en terminar, y se quedaron solos ella y Andy, como todas las mañanas. El
chico tenía en las manos un cubo de esos de rubik. Estaba tan sumido en su
mundo que no se daba cuenta de que lo observaban. Empezó a estresarse y al
final se hartó y lanzó el cubo contra la pared con un gruñido.
Akane no pudo evitar reírse un poquito. Entonces el chico se giró y
cuando la vio, un ligero rubor cubrió sus mejillas. Sonrió con vergüenza y se
volvió a sentar sin saber que hacer.
-
Pero hombre – dijo Akane – si no tienes paciencia nunca vas
a poder hacerlo.
-
No se me dan bien estas cosas – dijo yendo a por el cubo.
-
Bueno, yo me marcho ya, ¿te vienes?
-
No, ahora iré yo si eso.
Akane salió de la habitación sonriendo ¿por qué? Ni ella misma lo sabía,
estaba de buen humor esa mañana. De todas formas, Andy siempre le había dado
buenas confianzas, no era como el capullo de Osman, o tan arisco como Darío. Se
avergonzaba mucho si hacía algo mal, y eso le parecía divertido. Era como un
niño pequeño y le encantaba. Adri se aprovechaba de eso y le ponía nervioso
haciéndole preguntas incómodas, el italiano se lo pasaba bomba, pero el pobre
chaval se ponía rojo hasta la punta de las orejas.
Akane llegó a la sala donde había tres sillones alrededor de una tele de
pantalla plana, pero los chicos no estaban jugando a la con sola, sino viéndola
tranquilamente. Estaban Adri, Alex, Anastasia, Osman, Baako y Anastasia. De
repente en la pantalla apareció un cartel que ponía ‘’Jakass 3’’. Pero Akane no
quería verla, Adri, Anastasia y Osman llevaban dando el coñazo con esa película
desde que se enteraron de lo que iba. Entonces la chica notó que faltaba algo,
miró por todas partes, pero no veía a Narel. Como no tenía nada que hacer, se
fue a buscarla.
Iba por los pasillos que conducen al baño, pero se quedó detrás de una
esquina para observar mejor la escena que se avecinaba. Al mismo tiempo que
Narel, ya con la ropa puesta, salía del baño, Darío iba a entrar. Al abrir la
puerta, la chica le dio en la nariz con fuerza al argentino, que cayó al suelo,
y como en ese momento no tenían el programa activado, debió dolerle bastante.
Narel se apresuró a ver como estaba.
-
¡Joder, es que estás ciega! – decía el chico mientras se
limpiaba la sangre de la nariz.
-
Lo siento, es que… - Narel balbuceaba y Akane juraría que
vio una lagrimilla en su ojo.
-
¡Anda, vete a comprarte unas gafas y aléjate de mí! – el
chico se puso en pie y se alejó unos pasos.
-
¡Eh! – Narel ya no parecía apurada, ahora estaba enfadada -.
¡Deja ya esa fachada, que aquí no se trata de ser bordes ¿vale?!
-
Cállate anda – Darío volvía a darse la vuelta y eso puso de
los nervios a Narel.
La chica cogió una zapatilla de su pie derecho y la lanzó, acertándole
al chico en toda la nuca.
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