Furgoneta
del grupo – Royal Street, Brooklyn (por la noche).
Conforme más se acercaba el vehículo a la esquina de la
zapatería, más se dibujaba la figura de Suzu. Estaba apoyado en una farola y
fumaba tranquilamente. Tenía el pelo teñido de lila despeinado y las ropas
descolocadas. Una bolsa gastada descansaba plácidamente a su lado. Suzu siempre
había sido un chico difícil. Por lo que se sabía, sus padres lo habían tenido
metido en distintos internados a lo largo de toda su vida, mientras ellos se
iban de viaje por el mundo. Desde siempre había sido muy anti-social, no hacía
amigos. Sus profesores decían que se pasaba todo el tiempo mirando a los demás,
observándolos. Sin embargo, nunca se acercaba a nadie. Creían que su problema
era falta de afecto.
Pero no era así. Él simplemente era complicado. A los doce
años se escapó por primera vez y tardaron una semana en encontrarlo. Se había
puesto a trabajar de camarero en un pub de las calles más turbias y no se pudo
hallar al responsable de haberlo contratado allí. A los catorce se echó al
tabaco y a la peleas. A la mínima le soltaba un guantazo a alguien. Pero no
importaba cuantas veces se le castigara o incluso se le encerrara, porque
volvería a escaparse y a batirse con otros estudiantes. A los dieciséis años lo
llevaron a un público normal y dejaron que viviese a su aire en un piso que sus
padres le pagaban. Allí conoció a Robbie. Era un chaval normal, ni bueno ni
malo, pero en seguida le dio buenas vibraciones. Quedaban para escuchar música,
se pasaban cómics y los dos empezaron a interesarse por sus respectivos
instrumentos por aquella época. Cuando terminaron el bachillerato y se
graduaron, decidieron formar una banda.
Deuce tenía dos años menos cuando Suzu lo contrató para que
le limpiara la casa. Solo era un adolescente más que necesitaba dinero o eso
creía él. Hasta esa noche en la que le contó que acababa de dejar el instituto
y que se había peleado con sus padres. El anfitrión le dijo que podría quedarse
todo el tiempo que quisiera. Deuce no tardó que enseñarle su batería y
demostrarle su habilidad. A Robbie y a Suzu les interesó en seguida. Unos años
después de búsqueda, decidieron poner carteles para cualquier voz que estuviera
interesado en participar en su proyecto y así llegó July.
Y esa era la historia del misterioso teclado del grupo
llamado Cuatro Billetes Manchados de
Sangre. Aquel chico que miraba la calle oscura con expresión curiosa en sus
ojos grandes como zafiros azules, adornados con sus larguísimas pestañas que
cualquiera habría envidiado. No era lo que se dice guapo pero había algo tan
atrayente en él… Todas las chicas le adoraban, incluso cuando él las rechazaba.
Era borde con casi todo el mundo, pero los que le conocían bien podían ver a
través de esa carcasa de seriedad y niebla. Podían ver su auténtica sonrisa. Y
cuando una chica la descubriera se enamoraría de verdad de él.
La furgoneta con el nombre del grupo garabateado en spray
se paró frente a él para que pudiera subir. Cuando los vio, cogió su bolsa por
el asa y se dirigió con tranquilidad a la puerta del coche. La abrió y se dejó
caer en el asiento del copiloto, al lado de Deuce, que conducía.
-
¿Dónde acabaste anoche, Casanova? – le preguntó
July desde atrás con una mueca burlona.
La chica estaba medio recostada contra la pared y apoyaba
las piernas en el regazo de Robbie, al que no parecía importarle esa posición.
Acariciaba desinteresadamente la pierna de ésta mientras ojeaba una revista de
ropa que había encontrado en el hueco de la puerta. Solo despegó la vista de su
lectura para saludar a su amigo y hacerle un gesto de cabeza. Cuando Suzu hubo
cerrado la puerta, continuaron la marcha.
-
Es cierto – apuntó Deuce – no volviste al piso
después de lo del Dumort.
-
Bueno – Suzu echó la colilla sobrante del
cigarro por la ventana y sonrió con suficiencia -. Yo estaba un poco ciego
cuando dieron las tres de la noche. No podía volver en la furgo, puesto que
vosotros aún estabais dándole a la fiesta. Así que me fui con la pesada que
había estado toda la noche dándome el coñazo. Pero no os confundáis – añadió al
ver las miradas cómplices de sus compañeros de la parte de atrás del coche -.
No pasó nada de eso.
-
¿Y entonces? – preguntó Deuce sin apartar los
ojos color miel de la calzada.
-
Pues llegué allí y usé el truco de Barney
Stinson. Me hice el dormido en el sofá.
-
¿Y no te echó de su casa?
-
¿Por qué iba a hacerlo? Los dos salimos
ganando. Esa pobre diabla puede chulear delante de sus amigas de que un chico
ha pasado la noche en su casa y yo tuve un sofá súper cómodo donde pasar la
noche calentito y con buenos cuidados. Aun que no fuera lo que ella esperaba en
un principio.
Deuce dio una última volantada para
aparcar el coche y quitó la llave. July asomó la cabeza por la ventana. El
cielo ya estaba completamente negro y se veían las estrellas mejor que en
cualquier calle. Al bajar del coche, advirtió que lo que sus botas tocaban no
era asfalto. Era arena, estaban en la playa. Cerca de la orilla había una
pequeña hoguera con un corro de gente alrededor. A lo mejor eran quince
personas las que estaban calentándose tontamente a pesar del calor que hacía de
Junio. Desde allí, July pudo distinguir a Jack y a su hermana, Lydia.
-
¿Era una fiesta en la playa? – preguntó Robbie
cerrando la puerta tras de sí.
-
Eso es, nadie no ha dicho nada – le apoyó July
– ni siquiera tengo bañador.
-
¿Cómo podéis ser tan retrasados? – Deuce se
tiraba de los pelos – ¡Llevo diciéndoos durante toda la semana que la fiesta es
en la playa y vosotros con la mierda de consola no os enteráis joder!
En ese momento una chica se acercó corriendo desde la
hoguera hasta el coche. Llevaba un bikini de color verde con unos shorts de
tela encima y una botella de Jack Daniels en la mano derecha. Tenía el pelo
rubio platino con mechas rosas y los ojos color negro. Fue hasta ellos y se
lanzó en un abrazo a July. La cual nunca terminaría de acostumbrarse a la
efusividad de su amiga. Respondió al abrazo de Lydia no muy convencida.
-
Hola – dijo July -, la verdad es que no
sabíamos que…
-
Shhh – le indicó ésta -. Da igual, ahora nos apañaremos
pero primero ven que quiero hablarte de algo.
Lydia la cogió del brazo y la arrastró hasta un sitio más
alejado, no sin antes saludar de la misma forma cariñosa a los tres chicos, que
se quedaron descargando cosas y ayudando a llevar hamacas. Cuando estuvieron
solas, Lydia le dio un bikini negro para que se lo pusiera y aprovechando la
oscuridad de su escondinte se lo puso mientras su amiga empezaba a contarle lo
que tanto había querido decirle antes.
-
He encontrado al chico perfecto para ti – le
soltó de golpe, lo que casi provoca que July se caiga al suelo cuando intentaba
ponerse la parte de abajo del bañador.
-
Ya hablamos de eso, tienes que dejar de
intentar buscarme novio.
-
Pero es que este te va a encantar – July
suspiró y Lydia siguió contando -. Se llama Max. Tiene un año menos que tú,
pero de verdad de la buena que no lo aparenta para nada. Parece de la edad de
Suzu por lo menos. Escribe un libro y su padre está forrado.
-
De verdad que no me interesa.
-
No me dirás eso cuando veas los ojazos que
tiene.
-
No quiero a tu yogurín forrado con apariencia
adulta.
-
¿Es por Robbie?
-
¿Robbie? ¿Qué dices? – preguntó July evitando
mirarla a la cara.
¿Tanto se le notaba? Un segundo, ¿tenía que notarse algo?
¿No se había dicho ya que Robbie era solo un amigo? Otra vez se le venía a la
mente el cuarto del chico. Las sábanas por todas partes. ¿Qué le pasaba? Se
sonrojaba solo de pensarlo. ¿Desde cuándo le pasaba eso? ¿En serio le pasaba
algo? Claro que sí, solo había que medirle el pulso. Pero hasta que había entrado
en el cuarto del chico no le pasaba nada… ¿o sí?
-
No sé, parece que hay algo de tensión sexual
entre vosotros desde eso…
-
No digas tonterías – contestó July sonrojada
hasta la sorejas.
-
¡Perfecto, entonces puedes conocer a Max!
-
¡No, espera…!
Pero Lydia ya la estaba agarrando hacia la hoguera donde
sus amigos ya se habían acomodado. Su amiga la llevó a uno de los extremos y un
chico se levanto y empezó a ir hacia ellas. Era bastante alto, un poco menos
que Robbie, pero más que July. Tenía la piel pálida y el pelo negro azabache,
sin embargo no parecía teñido. A pesar de su palidez, era muy guapo. Tenía los
ojos azules oscuros como zafiros y una media sonrisa que habría hecho caer a
cualquier chica. Iba con una camiseta de tirantes negra que le favorecía mucho
y un bañador de cuadros en distintos tonos de gris. Llevaba las manos en los
bolsillos e iba descalzo.
Por un momento el pulso de July se paró y casi no notó que
Lydia le ponía las manos en los hombros. Ese chico era tan interesante. July
sacudió la cabeza casi imperceptiblemente. ¿Pero qué le pasaba? Ni siquiera sabía
lo que le pasaba con Robbie, para andar fijándose en otros chicos. Decidió que
debería mantener la cabeza fría y así lo hizo. Pero el chico hizo algo que la
cogió por sorpresa. Se acercó y le dio dos besos en las mejillas a la europea. Se
sonrojó inevitablemente. Nadie allí hacía eso, ¿qué pretendía? El corazón le
latía a un ritmo rápido. ¿Qué demonios tenía ese chico?
-
Hola, me llamo Max – fue lo único que dijo.
oye tienes que seguir!!
ResponderEliminary haber si tambien sigues con los del ascensor que estaban tambien muy chulos!
:)